UN SIMPLE ADIOS
Hemos concluido la Semana Santa y me debía este adiós.
Creo yo que a nadie tomó por sorpresa la muerte de Gabriel García Márquez.
Hacía mucho tiempo nos había regalado su testamento y ello nos hacía saber sobre
su estar mirando su final con cercanía.
Pero, entiendo, que cuando fallece alguien que ha servido a la cultura su pérdida
empobrece a todos.
Pero, entiendo, que cuando fallece alguien que ha servido a la cultura pasa a
formar parte de nuestra historia de un modo distinto.
Permanece presente en cada uno de sus renglones llenos de humanidad.
Este artículo no quiere ser un mirar su vida ni una crítica literaria. Es, únicamente,
un simple adiós.
Creo que muchos nos adentramos al mundo de García Márquez desde sus “Cien
a￱os de soledad”.
Allí aprendimos a gustar de una escritura colmada de poesía, paisajes y condición
humana.
Desde allí hemos aprendido que Macondo está muy lejos de ser una localidad de su
Colombia natal para ser un estado de ánimo de los hombres todos.
Los intrincados renglones de su historia se volvieron una lectura apasionante y
atrapante.
Sus personajes resultan demasiado humanos como para limitarse a ser productos
de la fantasía del autor.
Son seres que sueñan, aman, comen, duermen, tienen flatulencias y olor a
transpiración.
Son seres que conviven y luchan con un entorno pleno de vegetación, sol y lluvia.
Son seres que se desenvuelven entre las paredes y calles de poblaciones de polvo y
miradas indiscretas.
Su única obra que me dejó con un final incierto ha sido “Soledad, viendo llover en
Macondo”
Sin duda que desde sus páginas uno se adentra un algo a la realidad de una cultura
muy distinta a la nuestra como puede resultarnos la colombiana pero allí, también,
nos podemos encontrar con realidades muy propias del ser humano.
“El oto￱o del patriarca” “Cr￳nica de una muerte anunciada” “Memoria de mis putas
tristes” “El amor en los tiempos de c￳lera”
Han sido, si mi memoria no me engaña, los textos suyos que he tenido la
oportunidad de leer.
¡Cuántos momentos entretenidos!
Han sido varias las oportunidades que he debido volver renglones atrás para
recordar algo de alguno de sus personajes mencionados, casi a la pasada en una
primera oportunidad y adquiriendo determinada importancia algo más adelante.
La suya era una forma literaria que, sin duda, resultará muy difícil de imitar.
Era un pintor de la realidad donde se mezclan fantasías y situaciones concretas.
Su lenguaje no resulta accesible para algunos sino que cualquiera (con una limitada
cultura como yo) podía disfrutar de sus relatos.
Es evidente que ese lenguaje simple está, si se le quiere ver, lleno de simbolismos.
Podemos quedarnos en Macondo como localidad o podemos ver allí todo un estado
de ánimo y ello no modifica, en nada, la lectura.
Podemos quedarnos en la soledad de algunos de sus personajes o podemos ver en
esa soledad algo muy propio del hombre contemporáneo y ello no modifica, en
nada, la lectura.
Ello responde a la magia literaria del autor.
Debo ir concluyendo este adiós.
Por algún meandro de un río de aguas barrosas va surcando un bote añoso.
Tiene como destino su persona.
Quisiera poder extender mi mano para entregarle al botero unas líneas que le
hagan saber de mi adiós.
Aunque Macondo ya no tiene quien le escriba y la suya haya sido una muerte
anunciada siempre hay un instante para agradecer su aporte con un simple “Adi￳s”.
Padre Martín Ponce de León SDB