Separar, distinguir, actuar
P. Fernando Pascual
26-4-2014
Un coche ha caído en el lago. Comienzan a flotar objetos: una caja, un jersey, un juguete, un pañuelo,
un niño... ¡Un niño!
La mente humana ve, separa y distingue. Algunos objetos son más importantes, otros menos. Luego,
llega la hora de actuar: ¡hay que tirarse al agua para salvar al niño!
Alguno también se tirará para salvar una bufanda de su equipo de fútbol, pero si tiene que escoger entre
la bufanda y el niño, la opción resulta casi evidente.
Cada vida se construye sobre estos verbos: separar, distinguir, actuar. Separamos cosas y cosas.
Distinguimos entre las más importantes y las menos importantes. Luego, decidimos y actuamos.
Los problemas surgen cuando hacemos mal las separaciones, cuando no podemos distinguir bien, y
cuando escogemos según criterios equivocados.
Por eso, cuando distinguimos entre un acto malo y un acto bueno, y luego vemos cuál de los dos sea
más beneficioso, unos harán lo malo si suponen que van a ganar algo, mientras que otros (ojalá la
mayoría) harán sólo lo bueno y justo, aunque eso implique perder una oportunidad de ganancias fáciles
pero inmorales.
El camino de la vida está lleno de momentos decisivos. Hacemos el bien cuando purificamos y
separamos lo malo que asoma en los corazones para quedarnos con lo bueno que lleva a la justicia, a la
bondad, a la belleza.
¿Qué tengo ante mis ojos? ¿Cómo observo los objetos y las personas que me rodean? ¿Según qué
criterio tomo mis decisiones?
Si me falta luz y claridad, lo cual ocurre tantas veces, puedo abrir el alma a la oración para pedir ayuda
a Dios. Entonces tendré una mirada más penetrante y un corazón más decidido a separar, distinguir y
actuar según el criterio más importante: el que nace del amor y lleva a amar cada día un poco más.