EDIFICIOS PARA LA CELEBRACIÓN CRISTIANA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Acabado el artículo escrito apresuradamente la semana pasada y ya enviado, pensé
que podía complementarlo con algunas nociones generales útiles, sin que supusiera
redactar una historia del arte, ni siquiera de la arquitectura cristiana. Ahora bien,
estas generalidades podían ayudaran a situar imaginativamente las reuniones
litúrgicas cristianas a través de los tiempos.
Advierto desde el principio que, a diferencia de nuestra actualidad, todas las
edificaciones antiguas, seguían unos criterios que eran peculiares de la época en
que se empezaban a levantar. Tanto civiles, ciudadanas, como familiares. Uno se
fija por Tierra Santa en un muro, tanto de sustentación, como de defensa o edificio
doméstico, y, si ve que las piedras están rematadas en sus bordes por una franja
pulida, puede estar seguro de que aquello se levantó en época Herodiana. Por la
Europa occidental, una pared que presenta hileras espigadas (opus spicatum,
llaman los arqueólogos), una puerta de cara al sur, sea vista o cegada, la planta
enfocada a oriente y cubierta por bóveda de cañón, será con seguridad de estilo
románico, que oscilará en un tiempo concreto, inmediato o posterior siglo X. La tan
traída y llevada expresión de “celebrar la misa de cara o de espaldas al pueblo”
tuvo sus orígenes en este fenómeno arquitectónico. Si el sol naciente era símbolo
del Cristo (sol invictus, recuerdo de divinidades paganas ya superadas) la asamblea
que no tenía ni imágenes, ni sagrario, se ordenaba toda ella en la dirección a la
salida del sol, distintivo del Hijo Unigénito de Dios. Fue esta costumbre admitida
desde el 315, muy poco después del Edicto de Milán que decretó la libertad de la Fe
cristiana (quiero decir la relación plástica de sol-Jesús) . Y si, como ocurre en la
iglesia parroquial de la que soy responsable, está dirigida al norte, por muy circular
que sea su bóveda y de contorno también circular su ábside, puede uno estar
seguro de que fue edificada muy posteriormente.
Me he referido al románico, pero este no fue el estilo arquitectónico inicial. La Roma
clásica tenía grandes edificios llamados basílicas, destinados tanto a mercados
importantes, como a asambleas populares o distinguidas. Por el contrario, a los
lados del “Cardo” se levantaban chiringuitos de venta o cambio. Eran de poca
importancia y techumbre y paredes de lona. Pablo era un artesano especializado en
la confección de lonas o toldos para estos menesteres. Pues bien, pudiéndose reunir
la comunidad cristiana públicamente sin peligro, lo hizo en basílicas. Eran grandes
edificios de una nave bastante alta, flanqueada generalmente a ambos lados por
otras de menor altura. Esta diferencia permitía aberturas en la central, por encima
de la laterales, por donde penetraba la luz. La limitación de estos edificios era su
anchura, ya que se sustentaba el techo mediante vigas de madera, que iban de un
lado al otro. En la actualidad los edificios cristianos levantados según estos
criterios, han sido modificados por añadidos posteriores.
Antes de continuar, es preciso advertir que el calificativo de basílica (mayor) lo
reciben aquellas iglesias romanas donde celebra la liturgia el Papa o alguien al que
él delegue. Pero el mismo nombre lo reciben otros edificios que se distinguen por su
importancia. Un ejemplo concreto y de actualidad es el de Benedicto XVI consagró
la iglesia dedicada a la Sagrada Familia en Barcelona, le regaló el título honorifico
de basílica. (menor, llamamos a estas y que para nada han de ser de estilo
arquitectónico basilical).
Hablo y hablaré de estilos que corresponden a épocas, pero difícilmente uno
encuentra tales edificios de líneas puras, si se trata de lugares de culto asiduo.
Cada generación quiere añadir u obsequiar algo que corresponda a sus propios
gustos. En un calvero alejado y olvidado, o junto a alguna casa que fue noble y rica
en sus tiempos, pero venida a menos, puede uno encontrar una ermita de líneas
uniformes, pero esto no es lo común.