Colonia
Padre Pedrojosé Ynaraja
Desde que llegué a Burgos, oí decir que su catedral era copia de la de Colonia. A mi
edad, menos de 10 años, sabía que la población estaba en Alemania y nada más.
En la década de los sesenta, la primera vez que me adentré por el corazón de la
Europa occidental, estando en el sur de Bélgica, me invitaron a visitar fugazmente
esta población. Me resultó simpática desde el principio. Por ejemplo: fue la primera
vez en mi vida que me enteré de que existía en una urbe una zona peatonal,
prohibida a los vehículos. De todos modos, como es de suponer por mis recuerdo
burgaleses, lo que más me interesaba era la catedral y su fachada, que vista de
cerca me pareció muy diferente de la del templo castellano. Confieso que estos
días, buscando algún dato para la redacción de esta reseña y viendo pequeñas
fotos de las dos, me costaba mucho distinguirlas. La fachada del templo, de cerca,
la encontré muy diferente. Visto rápidamente el frontispicio, me apresuré a entrar
para contemplar el cofre que por entones ya sabía era su tesoro espiritual.
Aceptando la invitación de un compañero y contando con otro buen conocedor de la
lengua alemana, dicho de otra manera, cinco sacerdotes viajando de lunes a
viernes y con un coche alquilado, gozamos de lo lindo desplazándonos libremente
por un trocito de Alemania. Como pernoctábamos a escasos 12 Km de Colonia,
tuvimos oportunidad de visitarla en varias ocasiones. No me preocupaba en esta
ocasión si se parecía a la de Burgos, quería más bien recordar y revivir las JMJ que
se habían celebrado allí y yo había seguido por TV. Observar el arca que guardaba
las reliquias de los Reyes Magos, de las que ya se hablaban en los relatos de los
viajes de Marco Polo, era mi interés principal. Según dicen llegaron desde la de
Milán en 1164 entregadas por el arzobispo Rainald de Dassel.
Que me crea o no, más bien no, que allí estén guardadas sus cenizas, no quitaba
importancia. Como todavía a mi longeva edad no he llegado a saber que es en
realidad un cuerpo humano, mi mismo cuerpo, excuso decir que lo que puedan ser
los restos, me intriga muy poco. Que algo especial existe en las reliquias, como que
algo real sea mi corporeidad, no lo dudo, pero de nada más puedo estar seguro.
El objeto que suscitaba mi interés es un bello, bellísimo, cofre, situado y elevado,
detrás del altar. ¡Cuanta devoción, cuanta ilusión se encerraba dentro! De esto no
tenía la menor duda. Las tres veces que entré, pensé en lo mismo y recé al Señor
que fue reconocido y obsequiado por estos personajes, como cuenta Mateo. Fueran
lo que fueran y cuantos fueran, eso no tiene importancia. Su testimonio de
reconocimiento arriesgado y fatigoso del Rey de los judíos es lo ejemplar. Y su
elegante generosidad también nos debe mover a imitarlos, sino en aquel Niño, en
todos los niños que hoy en día nacen, lloran, sonríen, se ensucian y tienen hambre
y sed. Tanto o más que Él.
El edificio es enorme, leo que fue durante muchos años el más alto del mundo y
que, aun ahora, es la segunda catedral gótica por sus dimensiones, solo superada
por la de Sevilla. Comenzó a construirse en 1248 y no se terminó hasta 1880. En el
interin se celebraba la liturgia, continuándose las obras ornamentales, si se
disponía de dinero. Al leer esta noticia, pienso en la Basílica de la Sagrada Familia
de Barcelona, que sigue paralelos derroteros, aunque en este caso es previsible que
con mucha más rapidez. Es evidente que durando tanto tiempo las obras, se fueran
añadiendo elementos acordes con cada época. Aun así se admira uno de que
conserve la pureza de sus líneas arquitectónicas.
Cuando uno se aproxima, destaca, ya a primera vista, la belleza de sus pórticos,
con esculturas que evocan venerables figuras del Antiguo y Nuevo Testamento.
Desde Noé, Moisés y David, hasta Juan Bautista y del Evangelista. Ahora bien, lo
que me asombró más, fue la belleza y elegancia de algunos personajes femeninos.
La imagen de Santa María, situada en el parteluz es preciosa. De ninguna manera
son toscas sus facciones y vestido, como tantas esculturas talladas por ingenuos
pastores o artesanos, que conocemos y tenemos entre nosotros, que son patronas
de parroquias o territorios. Pero tampoco su actitud es la de una mujer atractiva y
coqueta que pueda causar sensación, pero no estimular a la plegaria, como algunas
reproducciones modernas. De las otras figuras de mujeres que acompañan al
conjunto de la portada, diría algo semejante, aunque no tanto
Como es tan propio del estilo gótico, sus muros se desnudan parcialmente, para
mostrarnos elegantes vidrieras con escenas bíblicas. Sin ser artísticamente
hablando lo mejor de lo mejor, a mí me interesó particularmente una que
representa Pentecostés. He de advertir que desde la primera vez que se plasmó en
occidente, en el siglo VI, sobre pergamino, en un manuscrito maronita, hasta la
última que pasado mañana diseñará cualquier artista, el 99.9% de los bocetos, se
limitan a la Virgen y los doce Apóstoles, siendo así que, si leemos atentamente la
Escritura, calcularemos que en aquel solemne momento, el grupo podía superar el
centenar de fieles. Mujeres explícitamente incluidas. Pues bien, el vitral del que
vengo hablando es bastante fiel al relato. Que el lector cuente los personajes que
aparecen, aunque el artífice pusiera solo unos cuantos, evidentemente, no le cabían
tantos personajes en aquel espacio.
Colonia es una capital que desde antiguo tiene una gran importancia estratégica. La
conservaba en tiempos de la segunda Guerra Mundial, por lo que fue duramente
bombardeada por las aviaciones de los Aliados. Respetaron la catedral por ser
monumento clasificado Patrimonio de la Humanidad, pero eso no la libró de que los
estampidos y sus consecuentes resonancias, dañaran estas superficies de cristal
emplomado. Arrasada prácticamente toda la urbe, se fue reconstruyendo,
conservando cierta similitud el trazado de sus calles y los nombres, con las que
existían antes de la contienda. Otra curiosa característica, que no debe ser igualada
por ninguna otra población, es que en su entorno, se levantan 12 iglesias
románicas, afectadas por los bombardeos, pero restauradas posteriormente.
No me referiré a ninguna otra iglesia en particular, recordaré, eso sí, a dos grandes
personajes de la historia de la Iglesia. Uno es el santo teólogo Alberto Magno,
enterrado en una austera sepultura de roca sin adornos, ni fino pulido, situada en la
cripta de la iglesia
La otra es Santa Teresa Benedicta de la Cruz, más conocida como Edith Stein. Judía
de nacimiento, filosofa de académicos estudios universitarios y docente, que sin
renunciar a su realidad personal, se convirtió al catolicismo y entró en el Carmelo
de esta ciudad, que le ha dedicado un monumento. El Papa Juan Pablo II la nombró
co-patrona de Europa en 1999.
Debo añadir también que en Colonia congregó el ingenuo Pedro el Ermitaño a una
multitud de campesinos y gente sencilla, para protagonizar en 1095 la llamada
Cruzada de los Pobres bajo el lema: ¡Dios lo quiere!, que lo fue tanto que fracaso
mucho antes de llegar a Tierra Santa.
Tampoco olvido, y a él me referiré otro día, que en Colonia nació San Bruno, el que
después con sus compañeros, a los pies de los Alpes, fundó la primera Cartuja.
Que los tres Magos sean patrones de la ciudad, que figuren por doquier, y
particularmente en su escudo, no quiere decir que se respire por sus ámbitos
ciudadanos especial devoción por ellos. Cuando fui esta segunda vez, estaba
próxima la Navidad y por los aledaños de la catedral y por otros rincones
ciudadanos, había mercadillos populares. En ninguna de estas tienduchas encontré
lo que buscaba. Me indicaron, y logré comprar, unas bonitas figuras de madera en
un comercio de categoría, excuso decir que el precio correspondió a esta
peculiaridad del establecimiento.
Museos e imponentes modernos edificios forman esta ciudad a la que acompaña el
padre Rin, el rio más europeo entre los que haya, con perdón del Danubio y del
Ródano .