UN SÍMBOLO
Comer su cuerpo (pan), beber su sangre (vino).
Dos realidades que los relatos evangélicos ponen en boca de Jesucristo como
realidad indispensable para tener “Vida”
Sin lugar a dudas hacen referencia a la esencia misma de la realidad cristiana.
Cuando hacen referencia al pan están haciendo referencia a la realidad exterior de
Jesucristo.
Su actividad, su acción.
Cuando hacen referencia al vino están haciendo referencia a la realidad interior de
Jesucristo.
Su espiritualidad, su intimidad.
Siempre nos presentan a un Jesucristo que habla de comer y beber para ser plenos
como cristianos.
No alcanza con quedarnos en una de estas realidades.
Es que no se puede ser auténticamente cristianos si no se poseen ambas
situaciones.
No alcanza con realizar obras.
No alcanza con poseer una determinada espiritualidad.
El cristianismo debe ser una realidad interior que se expresa en obras bien
concretas.
El cristianismo debe ser una postura ante la vida que se sustenta en una
determinada interioridad.
No es suficiente un cristianismo de gestos o de ritos únicamente.
Ese Jesucristo que se dice seguir e intentar hacer vida es una persona y, por lo
tanto, una unidad que no puede separarse.
Buscar ser seguidor de Jesucristo es pretender intentar hacer vida la totalidad de
una persona que no vivió encerrado en sí mismo ni de un alguien que fue un mero
realizador de actividades.
Somos deshonestos cuando pretendemos inventar un Jesucristo conforme a nuestro
gusto ya que Él es un ser real y, por lo tanto. no puedo inventarlo sino que debo
descubrirlo.
Descubrir una persona es una tarea que implica toda nuestra vida ya que siempre
habremos de ir descubriendo realidades nuevas.
Por ello jamás podemos decir que ya hemos concluido nuestro descubrir a
Jesucristo.
Pensar que ya hemos llegado es un engaño tras el que escondemos nuestra
mediocridad o nuestra comodidad.
Por ello nuestra realidad de cristianos es una constante búsqueda.
No es una búsqueda a ciegas sino que debemos, para ello, mirar al Jesucristo de los
relatos evangélicos.
Una persona que supo vivir en un equilibrio perfecto entre su hacer y su
interioridad.
Para nosotros el intento de ese equilibrio (coherencia) es un algo que nos libera y
nos realiza plenamente como personas cristianas.
Ser cristianos no puede limitarse a ser unos arrebatados por el misticismo.
Ser cristianos no puede limitarse a realizar algunas limosnas.
No podemos ser ni puramente teóricos ni solamente activistas.
El cristianismo debe ser una postura ante la vida que se apoya en una postura
interior ante Dios.
Nunca es fácil vivir tal realidad con perfección puesto que siempre habremos de
estar condicionados por nuestra realidad personal.
Descubrir nuestras limitaciones no puede ser ni una fuente de desánimo ni un
tormento que nos agobie.
Llegar a realizar tal cosa no debe ser otra cosa que una fuente de fortaleza interior
que nos anime a continuar intentándolo.
Por ello es que Jesucristo ha querido quedarse entre nosotros.
Sabe, y muy bien, que necesitamos ser ayudados por Él.
Dejarnos ayudar por Él es meternos en el misterio de esa realidad trinitaria que se
involucra con nosotros.
Nos ayuda brindándonos la totalidad de su persona que no es otra cosa que su
cercanía de hermano, la fidelidad al Padre y la posibilidad de dejarnos conducir por
el Espíritu.
Por ello es que debemos mirar a esos símbolos del pan y del vino como desafíos
para nuestra condición de personas cristianas.
Es por eso que ser cristianos es una exigencia que involucra nuestras acciones y
nuestra más profunda vivencia interior.
Padre Martín Ponce de León SDB