UNA EXPERIENCIA DE VIDA
Muchas veces he escuchado frases como: “Tengo muchas dudas y eso quiere decir
que tengo poca fe”
Como si la fe fuese una cuestión de certezas.
Si así fuese la fe debo comenzar este artículo manifestando mi falta de fe.
La fe, en mí, es un algo que me impulsa a la búsqueda motivada por las dudas.
No dudo que el Padre me ama.
No dudo que Jesucristo es un alguien que camina conmigo.
No dudo que el Espíritu Santo me motiva a intentar ser coherente.
La fe es una experiencia trinitaria.
Es la experiencia de un encuentro con Dios que me introduce en un misterio de
amor.
Es la experiencia de un encuentro personal con ese Dios persona que descubrimos
cercano desde Jesucristo.
La fe no es saber o conocer determinadas cosas.
La fe no es realizar determinadas prácticas o asistir a determinados ritos.
La fe es una experiencia de vida que nos involucra en cuanto personas.
Es ese experimentar constantemente la certeza de que todo nos introduce en un
misterio donde solamente existe el amor.
El amor como iniciativa de Dios para con nosotros.
El amor como presencia cercana de Dios junto a nosotros.
Es, sin duda una experiencia de amor y, por lo tanto, una realidad solamente
explicable desde el amor.
El amor no tiene lógica .
El amor es gratuidad y correspondencia.
El amor es iniciativa y respuesta.
Todo lo que somos debe ser razón del descubrimiento de haber sido encontrados
por el amor de Dios.
Todo lo que somos debe irse transformando en nuestra forma de corresponder a
esa iniciativa de amor que experimentamos.
Con todo lo que somos debemos ir dando testimonio del haber descubierto a Dios
junto a nosotros y amándonos.
Ello nos debería hacer vivir con los ojos bien abiertos como para ir descubriendo los
signos constantes del amor que Dios nos tiene y su presencia junto a nosotros.
Con todo lo que somos compartimos con los demás esa nuestra experiencia de Dios
que transforma nuestra vida.
Allí no hay mucho lugar para las certezas y las respuestas prefabricadas.
Es una realidad de búsqueda constante.
Es una realidad donde las dudas caminan junto a nosotros.
Esas dudas fortalecen nuestras constantes búsquedas.
Esas dudas nos hacen jamás quedarnos de brazos cruzados.
Las dudas que no se pueden aceptar son aquellas que nos llenan de miedos y nos
paralizan.
Cuando nuestra experiencia de fe despierta nuestras dudas no podemos temerle a
las mismas y, mucho menos, verlas como una demostración de falta de fe.
Creo que más debemos temer a las ausencias de dudas que no nos motivan y nos
conforman.
Cuando la fe va unida a las seguridades conformistas debemos llegar a la certeza
de que se posee una fe mediocre o infantil.
En oportunidades nos encontramos con personas que creen que la fe es una suerte
de seguro contra dudas, inquietudes o malos momentos.
La fe no nos exonera de las realidades propias de nuestra condición humana.
Tener fe no nos convierte en superhombres.
Se es tan humano como cualquier otro ser humano pero se vive con la certeza de
que en este camino de la vida no se está solo sino que Dios camina junto a
nosotros.
Es una experiencia tan fuerte y tan intensa que todo se transforma en un deseo de
agradar al ser que ama y testimoniar la alegría de ser amados por Dios.
Padre Martín Ponce de León SDB