UN NECESARIO RECUERDO
Como nos encontramos en los festejos de los 50 años de la Obra Social Don Bosco
resulta imposible no recordar a Don José María Giménez.
Al hacerlo uno sabe que carece de objetividad puesto que marcó mi vida de una
manera imposible de no reconocer.
Fue director de la presencia salesiana en Salto durante los años 1954 al 1962.
Yo era un niño que no se cansaba de admirar a aquel hombre de sotana negra y
lentes verdes y actividad incansable.
Era él quien actuaba en Antena del Carmen bajo el seudónimo de “Homero
Santana”, se encargaba de los efectos sonoros y nos dirigía con ademanes y visajes
de su rostro.
Vaya si habremos pasado gratos momentos detrás de los micrófonos de Radio
Cultural haciendo radioteatros.
Eran tiempos donde no habían fotocopiadoras y los libretos se nos entregaban en
unas hojas casi transparentes y escritos a máquina que él se encargaba de copiar.
Era quien salía con los oratorianos, todos los domingos de tarde, rumbo a Cien
Manzanas después de haberlos reunido en el templo del Carmen.
Recuerdo que un día nos habló de que se habría de construir un nuevo edificio y se
abriría el “Liceo del Carmen”
Con el tiempo uno se entera de lo nada simple que resultaron las conversaciones
para obtener de Doña Catalina la donación para la construcción que se tenía en
mente.
Donde había sido la casa de Baltasar Brum y donde funcionaba el Centro Artigas
desaparecieron bajo la piqueta del progreso.
No debe de haber quedado conforme con aquella construcción en pleno centro de la
ciudad.
Inmediatamente comenzó a soñar una nueva construcción.
Esta habría de tener como destinatarios a “sus oratorianos”. La Obra Social Don
Bosco.
Cuando se colocó la piedra fundamental él, que ya se encontraba en Paysandú,
asistió no solo como invitado sino como protagonista de aquel evento.
Estando en Paysandú, casi como una hermana de lo de Cien Manzanas, realiza el
edificio de la “Zona Este”
También dejó su huella en pueblo Constancia donde dejó de manifiesto su amor a
María en una gruta que se puede ver pasando por la ruta 3
Luego los superiores lo destinaron al Domingo Savio. Un enorme edificio a medio
construir (en la zona de Maroñas en Montevideo) para que, poniendo su capacidad,
lograra concluir la edificación.
Pero Dios tenía otro destino para él.
Abandonó la congregación y pidió las dispensas a su sacerdocio y entró a trabajar
en ANCAP y luego formó una familia.
Su hija lleva por nombre sus dos grandes afectos Rosario (por su presencia en
Paysandú) del Carmen (por sus años en Salto.
Fue un largo tiempo donde se borró de todo lo que era salesiano. Sus razones, sin
duda, tendría para justificar tal comportamiento.
Lo volví a encontrar una mañana en la Obra.
Entró con paso raudo y le vi pasar sabiendo, inmediatamente, quien era.
Regresó, se paró en la puerta y me dijo: “Me dijeron que debía hablar con usted
que es el sacerdote. Ando vendiendo libros”
Le respondí “¿Qué libros vende P. José María Giménez?” Se rió y nos fundimos en
un abrazo.
En varias oportunidades más, llevado por Omar Castro, llegó a Salto y a la Obra.
Solía recordar, hablar de su familia y comentar sobre lo que se hacía en la Obra.
Hombre de una vida interior muy intensa.
Hombre de una audacia increíble.
Hombre de una fuerza avasallante.
Hombre de una personalidad muy fuerte.
Hombre de un optimismo contagioso.
Hombre de una capacidad de trabajo admirable.
Supo soñar con los ojos abiertos y concretó sus sueños.
La Obra Social Don Bosco es una muestra de ello.
Por ello, simplemente, estas modestas líneas como un sencillo homenaje al padre
de esa criatura que está cumpliendo 50 años de vida.
Padre Martín Ponce de León SDB