Amabilidad en público y en privado
P. Fernando Pascual
24-5-2014
Internet tiene amplios espacios públicos donde cualquiera puede leer un comentario, un saludo,
una reflexión. En esos espacios encontramos de todo: educación o insultos, cortesía o desprecio,
claridad o confusión.
A veces uno se sorprende al encontrarse con personas que en redes sociales responden y
participan con un buen nivel de cortesía, y luego descubrir que esas mismas personas, en
privado, se muestran duros, fríos, incluso maleducados.
Desde luego, pasa también lo contrario: hay quienes “desatan” sus tensiones en comentarios
muy duros en Internet, y luego en privado actúan con educación y respeto hacia los demás.
Alguno pensará que es imposible lo anterior: quien es educado lo sería siempre, y quien es
violento también, sobre todo cuando Internet le permita escribir bajo un pseudónimo. En
realidad, resulta sumamente fácil comportarse de un modo en el trato que tenemos con personas
con las que se convive habitualmente, y de otro modo cuando en un medio como Internet uno
actúa ante un público más o menos amplio.
Por eso es bueno preguntarnos sobre nuestro modo de actuar en el complejo mundo de la Red y
en las relaciones habituales con quienes tratamos habitualmente “en la vida real”. ¿Hay una
diferencia entre los comportamientos en ambas esferas?
Si encontramos cierta diferencia, de nuevo hay que analizar de dónde procede. ¿Tengo miedo a
quedar mal si sé que me observan muchos? ¿La confianza que da un trato frecuente con alguien
me lleva a olvidar detalles básicos de educación? ¿El anonimato desata aspectos de mí mismo
que en la “vida real” escondo cuidadosamente?
Es necesario esforzarnos siempre por ser educados, en todos los ámbitos de nuestra existencia.
No por tratar diariamente a alguien ya estamos eximidos de ofrecerle señales de afecto y respeto.
No por entrar en un espacio público, como Internet, ya tengo que ser más cuidadoso en mis
modales.
Sólo cuando aprendamos ese hermoso arte del cariño interior, seremos capaces de ofrecer a
todos, cercanos o lejanos, “reales” o “virtuales”, en Internet o en una reunión de familia, gestos y
palabras de auténtico afecto que tanto agradecen quienes nos tratan cara a cara o detrás de una
pantalla electrónica.