EDIFICIOS DE CELEBRACIÓN CRISTIANA (6)
Padre Pedrojosé Ynaraja
A la variedad de líneas que siguieron, después del románico, las edificaciones de
estilo gótico, de las que ya escribí sucintamente la semana anterior, le sucedió una
mirada más radicalmente atrás aun que la del mismo Renacimiento. Fue una vuelta
al tiempo antiguo, que quiso imitar con más exactitud, es el llamado neoclásico. Si
el protagonismo arquitectónico lo habían tenido las edificaciones religiosas, ya
desde el Renacimiento, dejó de serlo así. Cuando uno en París ve de lejos “la
Madalena” no sabe que podrá cobijar en su interior. Al acercarse y descifrar el
significado de los relieves de su frontispicio, se entera de que se trata de un ámbito
cristiano. De todos modos, cuando he pasado por su lado, me recuerda más el
templo pagano de Nimes, la llamada “maison carre”, que cualquier otra cosa.
Continúa el llamado neogótico, con su casi siempre típica y orgullosa
majestuosidad. Estoy pensando en el “Sacre Coeur” de Montmartre, la basílica de
Lisieux, o la de Notre-Dame de Fourviè, en Lyon, de la que no quise escribir,
cuando lo hice de la catedral de esta población.
Ni uno ni el otro de los dos estilos a los que me he referido, me complacen. Es mi
humilde juicio. Hay que resaltar que, con frecuencia, los dos se suman en una
misma edificación y aun se les añaden otros ya existentes con anterioridad. Estoy
pensando, por poner un ejemplo, en la catedral de Vic, diócesis a la que, como
presbítero, estoy incardinado. Su humilde y encantadora cripta es prerománica. (La
escogí para mi primera misa). El majestuoso campanario, de 46 metros de altura,
es románico. El claustro y un precioso retablo, góticos. La fachada y el interior
neoclásicos y los criterios del interior, la decoración de sus murales y distribución
de espacios, obedecen a concepciones más modernas.
Al llegar a este punto, hay que notar que desaparece totalmente la general
uniformidad tan propia del románico y que, en cierto modo, también conservó el
gótico. Parece que los diseños contemporáneos de sus arquitectos, ni pretenden
centrar la atención en lo trascendente, tan propio del románico, ni en el hombre,
que era la norma renacentista. La arquitectura semeja a la cerámica artística, es
exclusiva expresión de belleza. Tiene uno la impresión de que al experto, no le ha
interesado la finalidad que se le va a dar al interior del edificio. Pero no siempre
ocurre así.
El Concilio Vaticano II se ocupó de la cuestión y advirtió que el diseño del edificio,
debía obedecer y responder a su finalidad fundamentalmente litúrgica. Pero de esto
último no quiero ocuparme ahora, remacharé, eso sí, la falta de uniformidad en las
de nuestros tiempos, cosa esta que a mí no me disgusta, me limito a advertirlo.
Piénsese en Ronchamp, de Le Corbusier, comparelá con Notre Dame de Toute-
Grace, a los pies del Mont Blanc, luego recuerde la catedral de Brasilia y añádale la
de Arcas Reales de Fisac, en el entorno de mi tierra natal. La exuberante elegancia
de la brasileña, contrasta con la sobriedad de la de Valladolid. Recuerdo a este
respecto que visitaba con mis padres esta última. Eran ellos cristianos de pura cepa
y cierta cultura religiosa y profana. Temía la opinión de mi padre, fiel devoto. Entró,
miró con atención y me dijo: esta es una iglesia para celebrar misa. De inmediato
pensé que había dado en el clavo. Efectivamente, fuimos a la ermita de su pueblo,
a Sieteiglesias, y allí rezó con fervor, como lo había venido haciéndolo desde
pequeño.
Y acabo con Gaudí y la basílica de la Sagrada Familia. Precisamente porque la
conozco y la frecuento, porque me honra la amistad del que durante 30 años ha
sido el arquitecto director y la de su hermano el párroco, amigo desde hace más
medio siglo (Jordi y Lluis Bonet Armengol, se llaman) no me atrevo a escribir con
detalle. Ahora bien, dado que es un caso único, no puedo omitirlo.
El arco parabólico, o su semejante el catenario, leo que se conoció ya en época
hitita, pero nadie lo había utilizado. Su geometría permite la altura del gótico y la
estabilidad del románico, sin necesidad de arbotantes. La piedad de Gaudí le inclinó
a que el diseño de sus exteriores fuera una catequesis cristiana, como los pórticos
románicos y los capiteles historiados de los claustros de época medieval. Este
entorno visible desde la calle, apreciable y sin pagar, por cualquier viandante, es un
derroche de enseñanza teológica, al alcance de pequeños y mayores, de sencillos y
doctos. El interior, por el contrario, es todo él valioso recogimiento, elegante, sin
poderse comparar con la desnudez de los recintos nacidos de la Reforma
Protestante. Su esbeltez pretende que la mirada se dirija o al altar centro de la
celebración de la Eucaristía, o a los volúmenes superiores de su bóveda, diseñados
para que se intuya la Trinidad, misterio central y peculiar de la riqueza dogmática
cristiana. Contemplando las vidrieras cualquier cristiano se encuentra en su casa.
Evocan santos y santuarios suyos, venga de donde venga del mundo. Digo esto,
ahora bien, todavía no están completadas. (Hasta la humilde iglesia de la que soy
párroco está representada).
Antoni Gaudí fue un devoto cristiano, su proceso de beatificación está en curso.
También fue un genial artista y un sabio matemático. Los cálculos de líneas y
vectores, se solucionan ahora mediante programas informáticos. Los resultados
equivalen a lo que su privilegiada inteligencia conseguía.
ORLEANS
Decir Orleans es evocar a Juana de Arco. Fue tan significativa y eficaz la conquista
de esta ciudad,que la llamaron y ella lo quiso “La Doncella de Orleans”. No hay que
olvidar que tenía 17 años cuando, en 1429, dirigiendo personalmente su ejército, es
decir, blandiendo el estandarte, sin utilizar espada, rompió el cerco y su población
consiguió la libertad. El lector ya sabrá que poco tiempo después, abandonada por
su rey, al que había conseguido que fuera coronado en Reims, cayó prisionera y
pronto también, condenada a morir en la hoguera, por un tribunal eclesiástico,
presidido por el correspondiente obispo.
Figura importante de la historia gala, santa de la Iglesia, está bastante olvidada
hoy, en este último. En Orleans, en su entorno urbano, sí que se la recuerda. La
plaza de Martroi, supongo que es la principal de la ciudad, luce una solemne
estatua broncea ecuestre de la heroína y ante la fachada del Ayuntamiento, otra
también la recuerda.
Cuando uno deambula por sus modernas calles le cuesta imaginar que era antiguo
punto de referencia en la ruta jacobea, la que descendía de Germania y la cruzaba
hacia Conques, antes de atravesar los Pirineos.
La ciudad es mucho más antigua de todo lo que he escrito, aunque no guarde
vestigios de la primitiva sede episcopal de San Euverte, ya en el siglo III. Su
catedral se edificó en el siglo XIII, pero fue destruida 1567 por los hugonotes. Muy
posteriormente, allá en el 1601, a expensas del rey Enrique IV y sus sucesores, se
reedificó y es la que contemplamos hoy.
Abandono datos de enciclopedia y voy a impresiones personales. Dos cosas me han
sorprendido. Cuando uno, caminando por la urbe, divisa el templo hacia el final de
una calle, le parece que está aprisionada, encorsetada entre dos murallas y
también que se trata de una modesta catedral. Cambia uno estas apresuradas
opiniones, cuando se acerca y entra en la iglesia. Comprueba su real tamaño, que
no es mínimo y le añade la gran luminosidad que le dan sus vidrieras. Ciertamente
que no gozan de la elegancia y belleza de las de Chartres o Reims, pero, me alegra
ver estos enormes emplomados, dedicados a ilustrar los momentos álgidos de la
historia de Juana.
El templo está dedicado desde sus inicios a la Santa Cruz, ahora bien, ni allí, ni en
casa, he encontrado noticia alguna que me explique el porqué se le dio este
nombre.
Las dos veces que he visitado la población han sido por la tarde, en ambas me ha
sorprendido el tono rosado de su fachada, detalle que le proporcionan suave
elegancia. Pensando que tal vez se debía a la luz de poniente que incidía, he
buscado por internet fotografías de otros autores y he comprobado que la gradación
de su blancura era la misma.
Pese a que la vecina nación parece que han relegado la historia de Juana al baúl de
los muebles políticos históricos, con las consecuencias nefastas que para el
reconocimiento de su santidad esto supone, no obstante, se conserva en buen
estado la casa donde transitoriamente residió y el lugar donde acudía ella a rezar,
ante la imagen de la Virgen de los Milagros. Aunque el templo ya no exista, una
lápida recuerda donde estaba.
Y, como diadema de distinción para la ciudad, el Loira, que llegando de los Alpes, la
circunda, camino del Atlántico, sin visitar París. Tal vez le parezca a la corriente
fluvial que, habiendo regado Orleans y obsequiándola con un puerto, ya goza de
bastante prestigio. Recuérdese que se trata del de mayor recorrido de Francia, leo
que son 1013 km los de su camino.
Orleans, me entero que tiene solo 113.257 habitantes, entiéndase pues, que, para
el simple turista, amante de paz y belleza, reúne un buen atractivo que a mí, por
supuesto, no me es suficiente, pese a respetar seriamente estos valores culturales,
que por lo tanto también son espirituales y no simples datos eruditos.