Vive el Mundial
P. Adolfo Güémez, L.C.
¡Llegó el mundial! Después de cuatro largos años, por fin está de vuelta.
No se trata sólo de disfrutar de un buen espectáculo de futbol. En este evento universal se
encuentran muchas enseñanzas que también podemos aplicar a nuestra vida.
1. Cuando se tiene un objetivo común, hasta los más adversarios se unen.
Durante el mundial desaparecen las playeras de los propios clubes, y se sacan las del propio
país. Ya no cuenta si soy Chivas o Rayado, Culé o Madridista. Allí todos nos unimos para
apoyar a la propia selección.
Claro, cuando se tiene un objetivo común, entonces las diferencias dejan de ser un
problema, para convertirse en parte de la solución. Un equipo es eso: la suma de muchas
personas distintas, con cualidades diferentes y procedencias dispares. Eso es precisamente
lo que enriquece a una selección.
¿Imagínate un equipo con jugadores que hicieran lo mismo? ¡No serviría de nada!
Sin embargo, a veces eso es lo que deseamos que fuera nuestra familia: una suma de seres
que piensen igual, quieran lo mismo, hagan lo mismo, sientan lo mismo. ¡Nada más
absurdo!
Una familia es rica en la medida en que acepta lo que cada uno puede aportar. La clave está
en tener un objetivo común, para que todos podamos poner lo mejor, complementándonos y
supliendo las carencias de unos con las cualidades de otros.
2. Para llegar a la selección hay que sudar la camiseta.
Cada seleccionado ha tenido que dedicar sus mejores esfuerzos para llegar a donde está.
Ninguno fue elegido por guapo o porque le cayó bien al entrenador. Si quieres llevar la
camiseta nacional, antes tienes que sudar la propia.
Toda cosa verdaderamente valiosa hay que lucharla con esfuerzo y tenacidad.
Cada jugador tuvo que decidir en un momento de su vida si lo iba a apostar todo para lograr
algún día ser profesional, costare lo que costase. De ese momento dependió el que hoy día
sea un representante de nuestro país frente al mundo entero.
Perseverar en las propias opciones a veces no es sencillo. Pero no cabe duda de que no
existe otro camino para construir una vida que valga la pena.
Carreras truncadas, empresas deshechas, matrimonios rotos, amistades frías… Todo por no
perseverar en una elección que sabíamos iba a ser difícil, pero por la que bien valía la pena
jugarse el todo por el todo. Y cuando decimos todo, significa eso: ¡todo! No solo una parte,
por más larga o dura que sea.
Si estás a punto de rendirte, ¡no lo hagas! Tómate un momento y piensa que una camiseta
percudida y sudada vale más que otra nueva o inmaculada, pero guardada en el cajón.
3. Todos somos mejores directores técnicos detrás de la pantalla.
Es muy fácil sentarse en un sofá, encender la televisión y pontificar con libertad sobre los
errores de los jugadores y del director técnico.
Claro que nosotros sí habríamos metido ese gol que se veía tan fácil en nuestro plasma de
32 pulgadas. Claro que sí habríamos mantenido la pelota cuando el defensa se equivocó y
se la entregó al otro delantero. Y más claro aún que habríamos dejado jugar a tal jugador,
en lugar de sacarlo. O sacaríamos a tal otro, en lugar de dejarlo.
Pero una cosa es ver todo detrás del televisor, y otra muy distinta es estar en el fragor del
campo de juego.
El hecho es que, buenas o no, cada segundo de esos 90 minutos hay que estar tomando
decisiones. Y en el futbol, como en la vida, no existe una decisión totalmente perfecta.
El director técnico no puede culpar a los otros por las elecciones que tomó. Él es el
responsable y debe dar cuentas de las mismas. Igualmente tú.
Dios nos ha dado la capacidad de ser libres, de hacer nuestras propias determinaciones.
Nadie puede imponernos su voluntad. Por eso sólo tú eres responsable de las opciones que
tomes.
Te puedes equivocar o acertar. Lo que importa es que lo hagas con madurez, asumiendo
todas sus consecuencias.
Así pues, ¡a vivir el mundial!
aguemez@legionaries.org