UNA FORTUNA
Quisiera poder dejar la misma herencia que mi padre, pero eso es imposible,
cada persona es especial y a cada uno Dios lo hace único.
No encuentro las palabras adecuadas para describir a mi padre. Era muy culto,
pero también era muy sencillo, era un hombre humilde que no pretendió nunca
sobresalir, su mayor tesoro era la familia y fue para lo que trabajo siempre; y
cuando digo trabajo, no me refiero solo al trabajo que produce dinero, sino al
que produce felicidad: educar y darle amor a su familia.
Jamás tuvo necesidad de castigarnos fisicamente, el imponía respeto, pero no
miedo, inspiraba confianza y fidelidad. Entre nosotros y el no habían secretos,
era nuestro padre, pero también era nuestro amigo.
De sus hijos, todos somos diferentes y nunca hizo comparaciones en las
cualidades o en los defectos de cada uno.
A todos nos quiso como somos, éramos sus hijos. ¡Que felicidad no sentir celos
unos de otros! No importaba cual era más o menos aventajado
académicamente. A todos nos pago el mismo colegio.
Cada uno de mis hermanos tiene su experiencia personal. A grandes rasgos he
narrado la experiencia familiar de la fortuna que cada uno pudo recibir.
Me siento privilegiado y muy amado por Dios al haberme regalado a ese padre a
quien tanto agradezco, pero de quien también me separo la tiranía fidelo-
comunista. No lo vi más, no lo vi morir; pero, respete aun en el dolor, las dos
voluntades: la de mi padre y la mía.
La dignidad, fue parte de la herencia que recibimos, es una de esas herencias
que no tienen precio. Esas fueron las herencias que nos dejo Papa, las que no se
pueden medir por un numero. Nadie puede medir la dignidad, la moral, la
honestidad, la fidelidad ni la honradez, esas no caben en una cuenta de Banco,
en una caja fuerte o en un contenedor de mercancías, esas van dentro de cada
uno de nosotros, pudiéramos decir que en el alma o en los sentimientos, es algo
abstracto que solamente el “yo” interno reconoce y decide.
Cuando nos despedimos de Papa, al salir de Cuba mi esposa, mi hijo y yo, nos
dijo: Quizás no podamos volver a vernos, mientras la causa por la que se van
persista, aquí no vengan a buscar nada, la frente siempre hay que mantenerla
en alto, un hombre solo se pone de rodillas ante Dios.
El era graduado de la Escuela Normal para Maestros y curso estudios de Dr. En
Pedagogía, también poseía el titulo de la Escuela Profesional de Periodistas, pero
nada de eso llenaba su vocación. Su verdadera pasión fue ser investigador.
Represento dos compañías norteamericanas de investigaciones en Cuba: La
American Foreign Credit y The Commercial Company. Al transcurrir los años
ambas fueron compradas por Dunn & Bradstread y mi padre paso a ser parte de
su elenco. Nunca nos permitio a nosotros convertirnos en investigadores,
siempre tenia argumentos para que no penetrasemos en ese campo. Mi hermano
mayor había podido terminar sus estudios Universitarios, pero yo no, y él me
inicio junto a un amigo suyo en el campo de las ventas.
Recuerdo que en esos años, para él sus años dorados, todos los días nos
poníamos de acuerdo para encontrarnos a media mañana en el Café El Europa
para merendar juntos; comíamos pastelitos de jamón o queso con un vaso de
cerveza cada uno.
Era mi amigo, prefería que el vaso de cerveza me lo tomara con él, así el ponía
la medida, también prefería que fumara en la casa y que no aceptara cigarrillos
de nadie, ¡que sabiduría para un hombre tan sencillo!
Le gustaba después de la cena una copita de Conde de Osborne, era de buenas
raíces asturianas, quizás por eso a mi también me gusta una copita de Brandy
después de la cena.
Mi Padre murió a los 98 años, esperando a que Cuba fuera Libre para volvernos
a ver y conocer a sus bisnietos, murió feliz porque nuestra dignidad fue por
encima de la emoción, pero se fue con la esperanza que muchos cubanos han
llevado a la tumba, ver a Cuba Libre y Soberana.
Diego Quiros, Sr.
Miami, Florida