Fines y medios
P. Fernando Pascual
5-7-2014
No es simplemente un asunto teórico: nos toca cada día. ¿Qué puedo hacer para conseguir una meta
buena en el respeto de los verdaderos principios éticos? En otras palabras, ¿son lícitos todos los medios
si el fin es éticamente correcto?
La pregunta ha sido profundizada por diversos autores y ha originado diversas teorías. No se trata aquí
de presentar el problema en todas sus dimensiones, sino en observar cómo lo vivimos en momentos
concretos de nuestra vida: ¿puede uno mentir para defender a un amigo? ¿Es correcto saltarse la cola
para llegar a tiempo a la fiesta de cumpleaños de la abuela?
Una primera respuesta surge si vemos los daños que producimos cuando optamos por ese medio
“malo”: ¿qué consecuencias se siguen de esa mentira? Entre las consecuencias, una nada despreciable
es el daño que ciertas acciones producen en la propia conciencia...
Pero analizar las consecuencias no basta: hay que ir más a fondo, pues está en juego la propia
integridad moral. La pregunta clave es sencilla y comprometedora: ¿el fin justifica los medios, también
los malos?
San Pablo ya dio dos respuestas iluminadoras. En la primera, rechaza la tesis de quienes le acusaban de
proponer que se haga un mal para obtener un bien (cf. Rm 3,8). En la segunda, ofrece aquel famoso
consejo: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” ( Rm 12,21).
En otras palabras, optar por algo en sí malo para conseguir algo bueno es siempre un error, una falta
moral, porque entonces lo bueno que pueda conseguir estará manchado por lo malo que he cometido.
Además, adoptar el lema “el fin justifica los medios” implica seguir el modo de pensar que está
encerrado en todo pecado: soy yo quien decide qué, cuándo y cómo se hacen las cosas, fuera de la ley
de Dios y fuera de las leyes humanas que sean justas.
Por eso, una vida éticamente sana inicia cuando acogemos nuestros deberes hacia Dios, hacia los
demás y hacia uno mismo desde una actitud de apertura y confianza. Quizá llegue tarde al cumpleaños
de la abuela, pero al menos esa abuela gozará de alegría al descubrir que tiene un nieto honesto y
responsable.