COMÍAS GUISO
Fui para acompañar una experiencia.
Durante cuatro años, en los meses de invierno, dando comida para más de setenta
personas.
Una experiencia como para acompañar y aprender.
Me encontré con mucho más de lo que pensaba ver.
La olla humeante se revolvía con cierta frecuencia.
Las sillas, al costado de la mesa, se fueron ocupando progresivamente.
Se instalaban en ellas y miraban con ojos grandes.
Si hablaban lo hacían a moderada voz.
Quien tenía la voz cantante era el guiso que iba haciéndose presencia delante de
cada uno de los comensales.
Si a ellos se les dirigía la palabra respondían con los ojos chispeantes, una tímida
sonrisa y algún movimiento de cabeza.
Cuando cada uno de los presentes hubo recibido su plato con la comida las voces se
fueron apagando.
Algunas madres atendieron a sus hijos más pequeños mientras sus comidas se
entibiaban en sus platos.
Un niño puso el plato sobre el banco donde estaba sentado junto a su madre y
comenzó a comer.
Era simple deducir que no estaba acostumbrado a comer en una mesa.
“¡Está caliente!” decían algunos comensales mientras soplaban la comida antes de
hacerlas llegar a su boca.
Todos los presentes no podían ocultar su muy humilde condición.
Pensaba iba a encontrar variados ruidos mientras comían pero nadie sorbía la
comida desde la cuchara.
Pensaba iba a encontrar quien hablase con la boca llena en cambio el silencio
ganaba la comida.
Miraba las caras de tanto niño y no podía dejar de llenarme de gozo viendo sus
rostros brillantes.
Fue, entonces, cuando te vi.
Estabas, allí, sentado junto a tu madre.
Lenta pero sin pausa te veía subir y bajar tu cuchara.
Soplabas un instante y tu boca se abría grande para recibir la cuchara sopera casi
llena.
Mientras masticabas tus ojos iban y venían en todas las direcciones.
Mirabas sin perder detalle de todo lo que te rodeaba y de todos los que rodeaban
la mesa.
Eran esas personas que hacen posible lo que estabas viviendo.
Eran esas personas que, muchas de ellas, son únicamente un rostro que observas
entre el humo que se eleva desde tu plato.
Cuando terminaste la comida de tu plato alguien te ofreció más y no dudaste en
aceptar.
El humo volvió a surgir en tu plato y el gracias continuó estando en tus ojos.
Hoy concluirías tu día con tu barriga llena y el cuerpo calentito.
Siempre que se realiza algo con amor y desinterés tú estás presente.
Cuando se hace algo por los más necesitados tú estás en ellos.
Cuando se permite que alguien se sienta importante como para ser servido tú estás
allí.
Sí, tú estabas y comías guiso.
Tú estabas en los que prepararon aquella comida y en todos los que comían
ocupando casi más de media mesa.
Tú estabas en aquellos que miraban con atención que no faltase ningún detalle.
Tú estabas en los que habían llegado caminando porque viven cerca del lugar.
Tú estabas en los que, por vivir lejos, debieron ser acercados en coche.
Tú estabas en los que con timidez miraban a los demás porque no habían llevado
plato y cubiertos.
Sí, Señor Jesús, tú estabas y eras presencia real.
En aquella capilla de barrio tu no estabas en el salón del templo, allí habían unas
imágenes y unos bancos vacíos.
Tú estabas en vivo y real en aquel salón del fondo donde se servía un guiso que
comías con gusto.
Padre Martín Ponce de León SDB