PARA HACER CAMINO
Nuestra vida de cristianos es un a diario ponernos en camino.
Es un siempre estar comenzando desde lo que somos.
Sobradamente sabemos que el camino no es fácil.
Sobradamente sabemos que ser coherentes con nuestra condición de caminantes
no es nada simple.
Muchas veces claudicamos en nuestra condición de peregrinos.
Con facilidad encontramos ese pretexto que nos resulta válido como para no
ponernos a caminar.
Siempre la excusa nos puede sonar a tan válida que hasta llegamos a creer en su
validez pero, también, muy bien lo sabemos, no es otra cosa que un simple
pretexto con el que intentamos justificar nuestras claudicaciones en nuestra
realidad de caminantes.
“Estamos cansados”.
“No es nada simple”.
“Quisiera ver algún resultado”.
“Ya son demasiadas las complicaciones de la vida personal como para ir,
voluntariamente, al encuentro de otras”.
“Necesito un poco de tiempo para recuperar fuerzas”.
“No estoy bien y prefiero hacer un alto antes de continuar mal”.
Así podríamos seguir mirando algunas de esas “razones” a las que solemos apelar
con tal de no caminar.
Tal vez en nuestros primeros momentos de caminantes lo hacíamos portando
todos los elementos que podíamos considerar necesarios para una jornada de
camino.
Poco a poco fuimos dejando cosas antes de salir, cada día, al encuentro de nuestro
día.
Fuimos descubriendo que muchas cosas nos resultaban únicamente una pesada
molestia y nos animamos a ir prescindiendo de ellas.
Fuimos viendo como el mismo camino se iba encargando de poner, al alcance de
nuestra mano, esos elementos necesarios para cada etapa.
Hasta que llegamos a la certeza de que, pese a nuestras debilidades, la mejor
manera de hacernos al camino es con las manos vacías y el corazón abierto a las
sorpresas y novedades que habremos de encontrar.
Fue para aliviarnos y fortalecernos en nuestra condición de caminantes que se hizo
alimento.
Antes de poner punto final a su peregrinar por los caminos de Galilea, en una tarde
– noche con sabor a intimidad y despedida...........
Tomó un trozo de pan............
Tomó una copa llena de vino............
Habló de Cuerpo entregado...........
Habló de Sangre derramada..............
Y se quedó definitivamente para que supiésemos que en nuestro caminar siempre
podíamos contar con Él.
Para que nuestras ganas fuesen siempre nuevas.
Para que nuestro horizonte estuviese siempre claro.
Para que las contrariedades no nos detuviesen.
Para que las claudicaciones no nos frustrasen.
Para que supiésemos enfrentar la cruz sin reniegos ni miedos alienantes.
Para que tengamos el coraje de caminar con los ojos bien abiertos.
Plenificó al pan y al vino de su vida para que nuestra vida se llenase de
trascendencias.
Alimentados de Él podemos salir al encuentro de los demás para buscar el
encuentro con Dios.
Con Él como alimento descubrimos lo innecesario que se nos vuelven muchas
humanas realidades porque Él hace plenas a nuestras ansias y sueños.
Sin lugar a dudas que es un alimento vivo y para la vida porque es alimentarse de
la Vida misma.
¿Qué más para hacernos al camino?.
¿Qué mejor para caminar colmados de gozo?.
Es sentir que nuestro ser de caminantes se vuelve una celebración al amor.
Nos dejó su Cuerpo y su Sangre para que, desde Él, nuestro caminar sea un
acercarnos a la más plena felicidad del amor.
Padre Martín Ponce de León SDB