El sacerdocio: un viaje increíble
Padre Luis A. Rivero
Arquidiócesis de Miami
Bueno, mi gente, ya ha pasado algún tiempo y la jornada en la que me
embarqué hace 10 años, llegó a una conclusión. Sin embargo, ¡no ha finalizado!
Como mencioné en mis pasados blogs, estos pasados 10 años estuvieron
repletos de muchos desvíos, llantas vacías, paradas, y demás. Como sucede con
los ni￱os, el canto de “¿Ya llegamos?” reson￳ durante los muchos a￱os de
formación. Más importante aún, esos años estuvieron marcados por las
innumerables bendiciones y gracias que sólo Dios puede ofrecer.
Sería un error asumir que la jornada ha concluido, aunque así lo parezca. Por
eso deseo continuar con la analogía del viaje, utilizando algo con lo que nosotros
los floridanos nos podemos identificar: un viaje a la Florida central, el lugar
desde el que nuestro “padre en la fe”, el arzobispo Thomas Wenski, ha
regresado a nosotros. Quizás nuestro destino es uno de los muchos parques de
diversiones. Precisamente, lo que deseo que recuerden es el tiempo que hemos
pasado en los parques de diversiones.
Es probable que esta sea la mejor imagen que pueda ofrecerles, para que
entiendan lo que he estado viviendo durante los pasados meses, desde mi
ordenación al sacerdocio de Jesucristo el pasado 8 de mayo. Si recuerdan su
primera visita a cualquiera de los parques de diversiones en Orlando,
probablemente recuerden el asombro, como de niños, que sentían dondequiera
que fueran. Quizás eran niños, pero parece que en esa zona geográfica, a los
adultos se les permite ser niños de nuevo. ¿Hubo alguna atracción o función en
particular que les llamó la atención? Quizás era la limpieza o el mero hecho de
que gente de todos los lugares del mundo llegaba para ver los aparatos hechos
por el hombre, que les sacudían, tiraban, asustaban, excitaban o incitaban a la
felicidad. Independientemente de lo que fuera, o de lo que es, la sensación es
similar a la experiencia que he tenido durante los pasados meses. Sin han leído
hasta aquí, tengan paciencia conmigo…
Como sabrán, se me ha confiado caminar y compartir la vida con la maravillosa
comunidad parroquial de St. Agnes, en Key Biscayne. Desde el momento de mi
llegada, fui recibido con gran alegría y con una gran disposición. En todo lugar al
que voy, hay algo nuevo y excitante que me llama la atención. Siempre hay
alguna nueva situación que promete una experiencia maravillosa. Como
sacerdote, he podido compartir en la gran dicha de las familias que integran esta
comunidad, y de otras que residen en Island Paradise. También he podido
caminar y cargar el peso durante los tiempos de gran dificultad y desafío que
todos enfrentamos en nuestras vidas, ya que sería un error creer que todo está
bien en un parque de diversiones. Sin embargo, el buen Señor, de quien
proviene todo, nos llama una y otra vez para que nos volvamos a Él tanto en los
momentos de grandes dificultades como en los de dicha.
Aunque no ha pasado mucho tiempo desde que fui ordenado sacerdote de
Jesucristo, puedo decirles que todo es nuevo y repleto de la belleza de Cristo. En
cualquier lugar al que voy, puedo reconocerle porque es por Él que estoy aquí, y
es por Él que todas las situaciones y la gente que encuentro a diario se me
presentan.
Estos pasados dos meses, y los muchos años de preparación para el ministerio,
se parecen a la montaña rusa del parque de diversiones. Esa es una atracción
que asombra a todo el mundo: ¿Cómo es posible que alguien la inventara, y
cómo funciona? Mi experiencia se puede resumir de la misma manera: la única y
gran diferencia es que en esta montaña rusa estaré una y otra vez, sin
aburrirme, y la disfrutaré cada vez más. No sólo me someteré en una, dos e
infinitas ocasiones; también motivaré a los caballeros que tienen la capacidad
para que la disfruten.
Es más, quisiera motivarles a todos a que nos acompañen, pues los sacerdotes
también los necesitamos a ustedes para que compartan con nosotros la jornada
hacia la santidad. Entonces, ¿cuán asombrados y entretenidos les tiene Dios?
¿Cómo están acompañando al sacerdote de su parroquia en esta jornada, tanto
de él, como suya y mía?