Finaliza una jornada, y comienza la otra
Padre Luis A. Rivero
Arquidiócesis de Miami
Si apenas se une a esta caravana, ¡bienvenido! Si la ha acompañado hasta este
punto, ¡gracias!
Es el momento de tomar una pausa en el largo camino, y hablar un poco en esta
área de descanso, para comparar anotaciones y señalar lo más destacado. Al
reflexionar sobre los pasados meses, también podemos mirar con anticipación al
futuro. Personalmente, me encuentro en el punto desde donde puedo ver, en el
futuro no tan distante, la conclusión de la jornada. Tras nueve años, el final de
mi formación en el seminario se acerca con rapidez, y la ordenación para el
sacerdocio de Jesucristo está a la vuelta de la esquina. La gentil voz
reconfortante del “GPS” divino, que indica el camino, se vuelve más alta y clara.
Como en cualquier otra jornada, cuando alcanzamos el final, es normal que
reinen la anticipación y el entusiasmo, y nos volvamos ansiosos por alcanzar
nuestro destino. Eso nos sucede a mis compañeros de clase y a mí. Luchamos a
diario contra esa ansiedad, y nos mantenemos concentrados mutuamente en las
muchas tareas y responsabilidades que tenemos hacia nuestra comunidad y
nuestros estudios. Sin embargo, no podemos evitar hacer la pregunta, como los
ni￱os: “﾿Ya llegamos?” Y la respuesta es, como nos recuerda el himno, ᄀPronto,
muy pronto! (“Soon and very soon!”)
Pero la jornada debe vivirse hasta el último minuto. Debe ser disfrutada en su
totalidad. Recientemente, cuando le hablaba a un grupo de personas sobre mi
vocaci￳n, se me pregunt￳: “﾿Es posible vivir de esta manera? ﾿Es posible llevar
la vida de un sacerdote casto, célibe en 2010? Mi respuesta fue inmediata; sin
pensarlo, respondí: “ᄀSÍ!” Es posible vivir en estos días como un sacerdote célibe
y casto, un religioso, un esposo o un soltero! Es posible gracias a la Fe, la
Esperanza y el Amor, tres ingredientes esenciales para vivir cualquier vocación.
En poco más de un mes (el 8 de mayo, y TODOS ESTÁN INVITADOS), sin ser
digno de ello, me uniré a la fraternidad más grande y maravillosa en el mundo,
una fraternidad que trabaja en medio del mundo mismo, pero que no pertenece
al mundo. Es, en vez, un grupo que ha viajado el mismo camino que yo viajé,
con una que otra variación. Es una fraternidad sin barreras y que, mientras está
“en el mundo”, trabaja y se￱ala hacia algo mayor — o debo decir, Alguien
Mayor, que es la fuente de esos tres ingredientes de Fe, Esperanza y Amor.
Mientras se acerca el final de esta parte de la jornada, debo empacar para
comenzar una nueva. Mientras lo hago, recojo los cuadros que una vez
adornaron mi cuarto. Hay uno que me regalaron mis estudiantes de tercer grado
hace un par de años. Era un regalo de despedida, hecho con creatividad por las
madres. Cada mañana lo veo, y digo una oración por mis estudiantes y sus
familias. El cuadro contiene una serie de citas, cosas que dije durante el año.
Pensaba que ellos no estaban escuchando, pero cuando las madres me dieron el
regalo, una me dijo: “Cuando le preguntamos a los ni￱os, no tuvieron que
pensarlo. Las citas fluían, y cada una era distinta”.
Una de las citas era algo que acostumbraba decirles casi a diario, algo por lo que
yo mismo trato de vivir: “No permitas que nadie te quite la Fe, la Esperanza y el
Amor”.
Mi próxima jornada traerá un nuevo grupo de personas con las que viajar; la
familia parroquial con la que caminaré. La dulce voz del “GPS” divino continúa
guiándome a diario, según inicio las millas necesarias para viajar, y la emoción
de comenzar la nueva jornada.
Es sólo a través de la realidad de la confianza en Él, el Dios Vivo, de Su Hijo el
Cristo, y del Espíritu Santo, que puedo decir firmemente que es posible vivir de
esta manera. Es posible porque Él es quien derrama sobre nosotros los dones de
la Fe, la Esperanza y el Amor. ¿Tienen ustedes alguna experiencia con dichos
dones?