Antes de morir
P. Adolfo Güémez, L.C.
La gente se muere. Es un hecho. Como reza el adagio latino, «mors certa, hora incerta».
Todos sabemos que algún día nos encontraremos con esta realidad, sólo que no conocemos
el cuándo.
El final de la vida terrena ha sido siempre un tema difícil, que a veces preferimos evadir.
Pero es tan importante como la vida misma.
En mi trabajo con los jóvenes siempre los invito a pensar en este momento. No como algo
macabro, o como un recurso fácil para infundirles miedo. ¡Todo lo contrario! Lo hago para
que proyecten su vida. «¿Cómo les gustaría llegar a ese instante? ¿Qué tipo de persona les
gustaría haber sido cuando les encuentre la muerte?»
Sólo conociendo el fin, podemos saber qué medios debemos usar para llegar a él. Si quiero
ser una persona cercana a Dios, con valores, de familia, con amigos… entonces he de
comenzar hoy a tomar decisiones que me lleven hacia Dios, a cuidar mis valores, a pasar
tiempo con mis familiares y amistades.
A la hora de la muerte no suelen haber giros de 180º. Se muere como se vive. No hay más.
Hace unos meses llegó a mis manos un artículo escrito por Bonnie Ware, una enfermera
que ha pasado muchos años atendiendo a enfermos terminales. Se titulaba «Regrets of the
dying», algo así como «Remordimientos de los moribundos».
En él nos ofrece las 5 cosas que a la gente a punto de morir le hubiera gustado hacer de
manera distinta. Me ha parecido interesante compartirlas con ustedes, a modo de examen
de conciencia.
1. Desearía haber tenido la valentía de vivir una vida siendo fiel a mí mismo, no la
vida que otros esperaban de mí.
Qué cierto es que muchas de las decisiones que tomamos serían diferentes si no existiera la
presión social.
Vivir de cara a los demás, antes que a uno mismo o a Dios, no nos hará jamás felices.
2. Desearía no haber trabajado tanto.
Es una realidad que el trabajo consume un alto porcentaje de nuestro tiempo. Pero, ¿qué
tanta prioridad le damos? ¿Lo ponemos por encima de lo que realmente vale?
Cuántos momentos familiares irrepetibles son perdidos simplemente porque «tuve que
quedarme a trabajar una hora más». Cuando ese “tuve” no era nada de vida o muerte, sino
sólo para ganar unos pesitos extras.
3. Desearía haber tenido la valentía para expresar verdaderamente mis sentimientos.
No se trata de expresar nuestros sentimientos a cuanto individuo se nos ponga enfrente.
Como aquél hipocondríaco que cuando le preguntan cómo está, ignora que es una simple
forma social, y se pone a hacer el recuento de sus infinitas enfermedades.
Los sentimientos que hay que expresar son los que nos unen a las personas más cercanas.
¿Cuántas veces “para no molestar”, o “para no causar más problemas”, nos tragamos
nuestros sentimientos más íntimos y profundos?
Expresar lo que se siente no es sensiblería, es una necesidad de todo corazón maduro y
formado.
4. Desearía haberme mantenido en contacto con mis amigos.
¡No sólo por Facebook! El verdadero contacto es el uno a uno, persona a persona.
Una amistad es un tesoro que no se puede comparar con ningún estado financiero, por más
abultado que esté.
Y el mejor amigo que hay que contactar varias veces al día es Jesús. Sólo así el momento
de la muerte no será de pavor, sino de alegría por encontrarnos por fin con Él.
5. Desearía haberme permitido ser más feliz.
Ya lo hemos dicho antes. Ser feliz es una elección, no un regalo. Y toda elección conlleva
riesgos y sacrificios.
Permitirse ser feliz es abrirse a los demás, dejar cosas que me estorban, romper con
estructuras que me ahogan, dedicar mi más valioso tiempo a lo que de verdad me importa.
Hasta aquí las 5 cosas que Ware nos transmite. ¿Cuáles agregarías tú?
www.facebook.com/padolfolc