Divorciados y vueltos a casar
P. Adolfo Güémez, L.C.
¿Cambiará la norma de que las personas divorciadas y en una nueva unión civil no pueden
comulgar? Esa es una de las principales preguntas para el Sínodo de la Familia, que se
celebrará del 5 a 19 de octubre en Roma, convocado por su Santidad el papa Francisco.
Quiero advertir que no escribo esto para emitir un juicio sobre las situaciones particulares
de cada familia. Sólo Dios sabe lo que hay detrás de cada historia: vivencias, heridas,
sorpresas, limitaciones, etc. Y por ello, sólo Dios será su Juez definitivo.
Tampoco lo hago para justificar tales circunstancias, pues la Iglesia y la sociedad saben que
no son las ideales.
Pero el hecho es que esta situación se hace cada vez más común, y la Iglesia ha de
responder de una manera diversa a como lo ha hecho hasta ahora, sin modificar su doctrina,
pero sí, tal vez, algunas de sus prácticas.
Es verdad que ha habido momentos donde ciertos grupos han considerado a estas personas
como fuera de la Iglesia, casi como “leprosos”, ¡pero de ninguna manera ha de ser así!
Ellos siguen siendo miembros de la Iglesia –por ser bautizados–, aunque en una situación
irregular.
Efectivamente, el mismísimo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe,
escribió en el periódico del Vaticano que era necesario «profundizar con serenidad en el
tema (…) del acompañamiento pastoral de estos fieles en coherencia con la doctrina
católica» (Cardenal Gerhard Ludwig Müller).
En este sentido, llamó profundamente mi atención la propuesta de otro cardenal, Angelo
Scola, actual arzobispo de Milán.
Lo primero que hace es reconocer que «a menudo se acusa a la Iglesia de falta de
sensibilidad y comprensión en lo que atañe al fenómeno de los divorciados vueltos a casar;
pero sin reflexionar atentamente sobre las razones de su posición, que ella sabe que están
fundadas en la revelación divina».
Por lo tanto, las disposiciones de la Iglesia no son arbitrarias, sino que nacen del
conocimiento del vínculo inseparable que existe entre el matrimonio, la eucaristía y la
reconciliación.
Y recuerda que lo que impide el acceso a la confesión y eucaristía «no es un único pecado,
(…) es más bien el estado, la condición de vida, en la que se encuentran quienes han
establecido un “nuevo” vínculo».
Por lo tanto, estas disposiciones no constituyen un castigo o la negación de tantas heridas y
dolor inculpables, como las hay en la mayor parte de los casos. Se trata, más bien, de «un
signo que indica el camino para un recorrido posible, con la ayuda de la gracia de Dios y la
inmanencia en la comunidad eclesial».
Es urgente que en la Iglesia pongamos en marcha una mayor atención y cercanía hacia estas
personas, junto con programas adecuados que les ayuden a participar efectivamente de la
vida eclesial, pero considerando su situación concreta.
La reflexión del card. Scola termina ofreciendo cuatro caminos para aumentar esta
participación:
- La comunión espiritual, ofreciendo a Cristo el propio deseo de su Cuerpo y de su Sangre,
junto al dolor por los impedimentos a la realización de este deseo.
- Fomentar las prácticas que tradicionalmente se consideran adecuadas para expresar la
penitencia, favoreciendo la virtud del arrepentimiento (cf. 1 Pedro 4, 7-9): obras de caridad,
la lectura de la Palabra de Dios, obras de misericordia y peregrinaciones. Además de la
dirección espiritual con un sacerdote.
- Proponerse, según unas condiciones determinadas y con un cuidado adecuado, «el
compromiso de vivir en plena continencia», como declaró San Juan Pablo II, «es decir,
abstenerse de los actos propios de los cónyuges». Claro que implica sacrificio, pero
también alegría, y es la gracia de Dios la que lo puede hacer realmente factible.
- Por último, para aquéllos que creen en conciencia que su matrimonio no es válido, deben
recurrir a la autoridad competente para analizarlo.
Recemos juntos para que la Iglesia se acerque a cada alma, partiendo de su situación
particular. Ayudando a todos a encontrarse con Jesús, único sostén y fin de la vida. Sin
rebajar su exigencia llena de amor, pero ayudando cercanamente a todos a cumplirla.
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