EL JUAN XXIII
Por estar en la parroquia del KM. 16 pertenecía a la comunidad de la Escuela
Agrícola Jackson.
Un día los salesianos se dejaron de estar en la escuela agrícola y yo quedé anclado
en el 16 pero sin referencia de comunidad alguna.
Se decidió que debía pertenecer (era una pertenencia únicamente canónica) a la
comunidad del Instituto Juan XXIII.
Muy bien no sé por cuantos años pertenecí a esa comunidad pero sí sé, y muy bien,
lo que ello significó para mí.
Nada llevaba a identificarme con esa casa salesiana.
Ellos tenían sus actividades y yo continuaba con las de la parroquia.
Hablábamos un idioma distinto. Vivíamos en mundos diferentes.
Hasta que un día todo comenzó a cambiar en mí.
Durante nueve años diversos grupos de jóvenes se llegaban hasta la parroquia para
ejercer un servicio de apostolado.
Fueron nueve años donde compartí con ellos las extraordinarias y enriquecedoras
(en lo que a mí respecta) experiencia de las misiones.
Allí fui comenzando a sentir que “el Juan” no me era extraño porque era un
pequeño grupo de rostros a los que llegué a valorar muchísimo.
Luego resulté enriquecido con otros rostros que han pasado a ser parte de mi
existencia definitivamente.
Algunos directores del Juan fueron presencias que me hicieron saber que podía
contar con ellos por su cercanía.
Otro salesiano se hizo fraterno gracias a sus pequeños y constantes detalles que
hacen a su forma de ser.
Conocí a aquella persona que se volvió hermano ya que, bien lo sé, jamás podré
concluir de agradecer lo más que mucho por mí ha realizado.
Debería hacer una mención especial a muchas personas más pero, creo, no es ello
correcto por más que recuerde sus rostros con completa claridad. Podría,
representando a todos, poner el rostro de aquel hombre que siempre estaba
dispuesto a realizar algún arreglo en la parroquia o el de aquella persona que me
guardaba comida que me habría de llevar para toda la semana.
Un renglón particular para esa personita plena de ternura, delicadeza y amistad que
ha sido un regalo muy particular que Dios, Juan mediante, me permitió conocer.
En estos días está, el Juan, concluyendo los festejos con oportunidad de sus
cincuenta años de vida y eso es, para mí, dicha casa.
No es un edificio ni un instituto.
Es una realidad viva colmada de rostros y experiencias plenas de sonrisas.
Es una realidad donde todo está al servicio y la búsqueda de pasar por quien hasta
allí se llega. Pasó por mi vida y mi gratitud aún no se ha terminado.
Como centro educativo es muy bueno (eso, al menos, opinan de él) pero mucho
más bueno es en cuanto dador de oportunidades.
Cumple 50 años pero aún conserva la alegría de sus fiestas llenas de color, sus
campamentos, convivencias y extras que dejan huella.
Cumple 50 años pero se conserva increíblemente joven y siempre enfrentando con
audacia desafíos nuevos.
Sin duda que es una realidad dotada de una gran creatividad y originalidades.
Si me preguntasen qué es “el Juan” debería decir que es ese lugar de mesa grande
donde se comparten unos mates, se conversa de situaciones particulares, donde se
cocinan muchas cosas y se cuestionan otras.
Sí, ese lugar allí en la esquina del corredor, para mí, es lo más propio del Juan.
Allí siempre se encuentra amistad, cuestionamientos, entrega, alegría y novedades.
Este es mi pobre homenaje a todos esos que lo hacen posible y, mientras
tanto………
Me imagino, en la hora del recreo, mientras la música suena fuerte y algunos
juegan al fútbol, sentado en el suelo jugando un truco con el Pelado, Paula y Maqui .
Padre Martín Ponce de León SDB