La historia, ¿maestra sin alumnos?
P. Fernando Pascual
22-11-2014
Dicen que la historia es maestra de vida. Tal vez, aunque eso será posible si los alumnos acuden
a escucharla.
El pasado sólo enseña si antes alguien lo estudia correctamente y transmite luego los resultados
de sus investigaciones a cada generación humana.
En cambio, si un historiador manipula, recorta, selecciona de modo parcial e interesado,
interpreta ideológicamente los hechos..., la historia no será maestra, sino engañadora.
Sólo cuando un historiador trabaja seriamente, se abre a todas las informaciones disponibles
(con sus límites), las recoge y estudia con atención, y las presenta a los especialistas y al gran
público..., la maestra está lista para enseñar, pero todavía falta “algo”.
Ese “algo” consiste precisamente en la atención de los alumnos. Un profesor lleno de ciencia no
enseña nada si nadie escucha. La historia empieza a enseñar cuando los hombres y mujeres de
nuestro tiempo miran hacia el pasado para comprender un poco mejor el presente en el que
vivimos.
Los alumnos, sin embargo, no pueden aprender cuando se nutren de novelas baratas, de
programas televisivos que carecen de un mínimo de seriedad, de demagogos que manipulan y
caricaturizan un pasado que no les interesa.
Los alumnos no aprenden si exaltan lo actual, lo presente (conocido de modo confuso, vago, sin
método), como si fuera lo mejor del mundo, sin darse cuenta de los muchos errores e injusticias
de nuestro tiempo, que también en el pasado provocaron daños inimaginables.
La historia, para muchos, es una maestra muda. Por eso el mundo corre veloz hacia espejismos
de progreso y hacia pseudoderechos que dañan a las sociedades y a los individuos.
A pesar de tanto engaño y mentira, una maestra humilde quiere enseñar graves errores ocurridos
en el pasado para que no los repitamos en nuestros días. ¿Seremos capaces de escucharla y
aprender a tiempo?