El Papa en Estrasburgo
En el Cielo y en la Tierra
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Hace unos días, el 25 de Noviembre, el santo Padre Francisco
viajó a Estrasburgo realizando el viaje papal más corto de la
historia, menos de cuatro horas en la ciudad francesa.
Al llegar a la sede del Parlamento Europeo, una multitud le
esperaba, emocionada y con vivas al Papa. A las 11.15, en la Sesión
solemne, el Papa pronunció su discurso, el cual fue interrumpido
varias veces por los aplausos.
Como centro de su discurso, quiso subrayar el valor que tiene
cada persona humana, la cual es única e irrepetible, con una
dignidad trascendente. Gracias al cristianismo, se comprendió con
perfección esa dignidad.
La dignidad humana es clave para para defender los derechos
humanos y luchar contra las violencias y discriminaciones en las que
las personas son tratados como objetos que se pueden programar
desde su concepción y que después pueden ser desechados cuando
ya no sirven por ser débiles, enfermos o ancianos.
Porque –se preguntaba el Papa- ¿qué dignidad existe cuando
falta la posibilidad de expresar libremente el propio pensamiento o
de profesar la fe religiosa? ¿Qué dignidad es posible sin un marco
jurídico, que limite el dominio de la fuerza y haga prevalecer la ley
sobre la tiranía del poder? ¿Qué dignidad puede tener un hombre o
una mujer cuando es objeto de discriminación? ¿Qué dignidad
encuentra una persona que no tiene qué comer o el mínimo para
vivir o, todavía peor, el trabajo que le otorga dignidad?
2) Para pensar
Para explicar la fundamentación de la dignidad humana, el
Papa recordó uno de los más célebres frescos de Rafael que se
encuentra en el Vaticano en que representa la Escuela de Atenas.
Entre muchos filósofos, en el centro están Platón y Aristóteles. El
primero con el dedo apunta hacia lo alto, hacia el mundo de las
ideas, hacia el cielo; el segundo tiende la mano hacia delante, hacia
la tierra, la realidad concreta.
Es una imagen que describe bien lo que ha sido y debe ser la
historia: un encuentro entre el cielo y la tierra, donde el cielo indica
la apertura a lo trascendente, a Dios, y la tierra representa su
capacidad práctica y concreta de afrontar las situaciones y los
problemas.
3) Para vivir
Un pueblo que no es capaz de abrirse a la dimensión
trascendente es un pueblo que estaría en manos de las modas y
poderes del momento.
El Papa denunció que al olvidarse de la trascendencia, se llega
al olvido de Dios, lo cual engendra violencia, como se constata en
las injusticias y persecuciones que sufren las minorías religiosas, y
particularmente cristianas, en diversas partes del mundo.
Comunidades y personas que son objeto de crueles violencias:
expulsadas de sus propias casas y patrias; vendidas como esclavas;
asesinadas, decapitadas, crucificadas y quemadas vivas, bajo el
vergonzoso y cómplice silencio de tantos.
El futuro de los pueblos depende del redescubrimiento de
saber unir el cielo con la tierra. San Josemaría lo sintetizaba
diciendo que “hemos de tener la cabeza en el Cielo y los pies en la
tierra”, es decir, que sin olvidarnos de Dios, hemos de afrontar las
diversas tareas del mundo.
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