TELETÓN
Siempre me resulta un gran golpe bajo.
Es mucho más que un simple programa de televisión.
La obra de la fundación ya posee un espacio ganado dentro de la
consideración de la población.
Es sabida la necesidad de colaboración para poder prolongar su tarea.
Una tarea que no debe ser muy sencilla ya que está abocada a casos nada
sencillos y que implican horas de dedicación para poder apreciar sus
pequeños grandes logros.
Debe ser una tarea exigente, gratificante pero demandante.
Son horas de dedicación y esfuerzo para un músculo pueda ser recuperado.
La Teletón son pacientes, técnicos y familiares que se hacen pacientes
comprometidos con una causa.
Es una tarea que no tiene prisa.
Es una dedicación que no sabe de apuros.
Teletón es una realidad demandante de empeños, coraje y voluntad.
Por ello, y los números así lo demuestran, cuenta con el apoyo de tantos.
Las historias de vida que se comparten no hacen otra cosa que tocar
nuestro interior.
Es difícil no sentirse sacudido dejando que esas historias lleguen a nuestro
interior.
Se necesita de mucha insensibilidad para quedarse como un mero
espectador.
Todas dicen de familias golpeadas por una situación.
Dicen de empeño para poder obtener logros pequeñísimos.
Dicen de, sin duda, lágrimas escondidas y preguntas que no poseen
respuestas.
Para quienes tenemos la dicha de tener de todo es una gran lección de vida.
Una lección a la que llamo un golpe bajo.
Tengo todo pero me quejo.
Tengo todo pero miro lo otro que podría tener y no valoro lo que tengo.
Protesto por esfuerzos que son mucho más que nada frente a lo que se me
enseña realizan.
Digo amar cuando no soy capaz de realizar un algo de lo que realizan para
ayudar a su ser querido con una diferencia.
Digo brindarme y viendo lo que se puede realizar solamente puedo
experimentar vergüenza de lo que llamo brindarme.
Al menor dolorcito no hago otra cosa que pensar soy el mayor de los
sufrientes.
Ellos muestran que se puede convivir con una dificultad e intentar hacer
para tener un mínimo avance que no borra la dificultad.
Todo esto, quizás usted como yo, lo recibe en unos pocos instantes.
La televisión se vuelve educadora.
La televisión apunta a lo esencial y lo logra.
Quizás, una vez concluida la maratón televisiva uno se olvide y vuelva a lo
de siempre.
Sería, sin duda, el mayor fracaso de Teletón.
Los comunicadores se empeñan en motivar ya que los mueve una función
recaudadora dentro del programa.
Es lo que deben realizar ya que esa es la tarea del programa.
Pero allí van quedando, una a una, esas lecciones de vida que se
comparten.
Van quedando esas historias donde resulta muy difícil mantenerse
indiferente.
Yo me quejo y viendo esas historia no puedo menos que sentir me
abofetean mientras no puedo dejar de escuchar una gran carcajada por las
razones de mis quejas.
Yo me creo y no puedo dejar de sentir que estoy lejos de poder sentir haber
hecho algo por alguien.
Miro el programa y me pregunto por mi gratitud.
¿Dónde está?
Jamás debería caer de mi corazón. Jamás debería no ser una presencia en
mi vida.
Soy distinto a esos protagonistas de las distintas historias no por méritos
sino por gratuidad de amor de Dios.
No debo luchar por superar obstáculos interiores como los de ellos no por
capacidad personal sino por obsequio de Dios.
¿En qué hago consistir mi gratitud?
Sin duda que, mientras llueven los papelitos y los comunicadores se
regocijan por haber logrado la meta, trato de asimilar eso que ha sido, para
mí, un golpe bajo.
Padre Martín Ponce de León