Entre el cielo y la tierra
Ángel Gutiérrez Sanz
El cristianismo se nos presenta como un programa religioso que apunta a la
trascendencia ; pero que ha de ser vivido dentro de unas coordenadas históricas
concretas. Eternidad y temporalidad vienen a ser expresión del misterio sagrado que
hay que contemplarlo a la luz de la fe. Ello quiere decir que hay que aprender a vivir el
cristianismo desde la circunstancia concreta que a cada cual le ha tocado vivir. En cada
época histórica es preciso adaptar la fe a las necesidades y exigencias del momento. No
se puede vivir el cristianismo de la misma manera en todas las épocas, porque las
circunstancias no son las mismas, ni lo es tampoco el nivel de desarrollo teológico. A
cada época le corresponde reelaborar un quinto evangelio que siendo respetuoso con el
“depositum fidei” se adapte a las necesidades y exigencias del momento. Nunca el
posicionamiento religioso puede ser definitivo, nunca puede hablarse de triunfalismos,
ni se puede descansar tranquilo inmersos en formalismos prestablecidos e inmovilistas.
La religiosidad es algo dinámico, se vive en y desde la temporalidad con todas las
limitaciones y tensiones que implica querer vivir a nivel de la tierra las realidades que
están por encima. La aparente contradicción de armonizar lo inmutable con lo mutable,
la paradoja de vivir en el tiempo presente unas esperanza de eternidades, coloca al
cristiano en constante tensión que le impulsa a buscar desde su situación concreta y
personal la gozosa posesión del Reino
Los cristianos a través de su larga y dilatada historia han aprendido que nada librará al
creyente de involucrarse en la trama humana, que a nadie se le ha dado la posibilidad de
poder elegir la época y la situación socio-cultural en la que ha de vivir su religiosidad y
que lo único que se puede hacer es aprender a madurar en la tierra que Dios nos haya
plantado. No ha habido nunca un hombre tan espiritual que no haya sabido de las
zozobras de la vida, de tensiones y dudas espirituales, que no haya tenido que asumir los
riesgos de ser sujeto religioso inmerso en los vaivenes de la de la historia;
Vivir en el mundo sin ser del mundo fue y habrá de seguir siendo una complicada tarea
; pero si cabe, hoy, lo es más que nunca. Estamos viviendo tiempos de cambios en todos
los órdenes y la Iglesia no está dispuesta a quedarse descolgada del ritmo de la historia.
Desde el concilio Vaticano II el tema de la renovación cristiana es sentido como una
necesidad. Recientemente Benedicto XVI se pronunciaba a favor de la “novedad en la
continuidad” y Francisco apuesta inequívocamente por el revisionismo que devuelva al
cristianismo el papel que le corresponde en una sociedad en constante desarrollo; pero
las cosas no son fáciles y las dificultades surgen de inmediato cuando, se trata de
compaginar lo mutable con lo inmutable, el conflicto aparece en el momento en que se
intenta fijar hasta donde puede llegar el cambio y como se ha de traducir en la
practica. Es entonces cuando surge la inevitable confrontación de opiniones. El actual
Sínodo sobre la Familia nos lo vuelve a poner de manifiesto; si bien no debiéramos
escandalizarnos por ello, siempre que se trate de simple confrontación de opiniones
expresadas con respeto y comprensión de unos para con los otros ; porque lo único que
esto demuestra es que sigue habiendo vitalidad dentro de la Iglesia.
A partir del Concilio Vaticano II en el mundo católico se está operando cambios
sociológico-religiosos que afectan profundamente a la condición de creyentes, sobre
todo por lo que se refiere a sus compromisos con la cultura vigente. Es aquí donde se
están poniendo en práctica nuevas formas y nuevos modos de vivir la religiosidad.
Roma tardó mucho tiempo en pronunciarse a favor de la libertad religiosa le costó
mucho abrirse y salir al encuentro de los demás; fue una apuesta arriesgada porque
rompía con la tradición y era previsible que esto pudiera levantar ampollas en los
sectores más conservadores como así fue; pero merecía la pena correr este riesgo,
finalmente el paso se dio y los católicos de todo el mundo pudieron celebrar gozosos
este cambio de rumbo, porque existe el convencimiento que mejor es una Iglesia de
puertas abiertas que una Iglesia de puertas cerradas, donde el dialogo es lo normal y no
la condena y el anatema. Cara al mundo exterior que le circunda, la renovación
cristiana está tratando de proyectarse sobre tres grandes cuestiones interrelacionadas
entre sí : dialogo intercultural, libertad religiosa, y ecumenismo, ellas sería los tres
grandes compromisos de la religión con el mundo moderno y que los católicos se verán
en la necesidad asumir .
Todo ello ha de ser visto como una necesidad para enfrentarse al gran reto de hacer
presente a Dios en un mundo que se ha olvidado de Él y donde ya ni siquiera se le
menciona , ni para bien , ni para mal, simplemente se le ignora. Su existencia o no
existencia ha dejado de preocupar a la gente que piensa que esto es asunto que sólo al
propio Dios compete . El indeferentismo religioso ha pasado a ser una de las
características que mejor definen a nuestra sociedad actual, lo que es motivo de gran
preocupación en el seno del cristianismo, que comienza a preguntarse ¿ Por qué el Dios
cristiano ha dejado de ser atractivo para el hombre actual? ¿ por qué los hombres de
nuestra generación buscan consuelo lejos de Él? ¿ Por que la fe no luce en medio de la
noche oscura? ¿ Por qué los cristianos han dejado de ser fermento en un mundo
descristianizado? ¿ Por qué el reino de Dios no se ha instaurado en la tierra?
Seguramente a los cristianos nos ha faltado autenticidad que se traduce en una falta de
compromiso con nuestra fe nos exige estar en el mundo sin ser del mudo
El cristianismo de hoy depositario del tesoro escondido de la fe, tiene la obligación de
abrirse al mundo, de comunicarse con el, de dialogar con él y sobre todo de hacer
partícipe a los demás de lo que posee en abundancia. Para los creyentes tiene que ser
motivo de preocupación, el saber que mucha gente que vive entre nosotros, nunca ha
oído hablar de que existe un Dios que nos ama desde toda la eternidad, que Jesucristo
ha venido a este nuestro mundo a por nosotros, a rescatarnos, a liberarnos a redimirnos.
Preocupados también al saber que muchos hombres y mujeres no solo andan faltos de
fe sino también de esperanza y naturalmente esto ha de crear inquietud en el corazón
de todo buen cristiano. Algo habrá que hacer, decimos, para que las cosas cambien en
este mundo nuestro que se está quedando vacío de lo más fundamental . Naturalmente
que esto no es suficiente; pero mientras existe en nosotros este tipo de inquietud
espiritual podemos aún pensar que nuestra fe se mantiene viva a la espera de ser
fecundada por las obras