Verdades débiles
P. Fernando Pascual
28-12-2014
Hay verdades que aparecen con ropaje humilde, con apariencia pobre, con señales de falta de energía.
Son verdades débiles.
La verdad tiene, dentro de sí, una extraña fuerza. Pero no siempre la manifiesta. Por eso ha ocurrido,
ocurre, y seguramente ocurrirá, que una verdad no convenza, porque se presenta como verdad débil.
A pesar de aparecer así, vestida de debilidad, una verdad sigue siendo verdad. Quedará relegada en una
página desconocida de Internet. Sufrirá bajo el peso de mentiras que brillan y que arrastran a millones
de personas. Tal vez será vista como algo despreciable, porque quien la dice es tímido, o habla con
palabras pobres, o no consigue ayudas que divulguen su mensaje.
Incluso una verdad puede quedar aplastada por ironías y por insultos agresivos, o por amenazas
insinuadas. Porque tal vez quien tiene consigo esa verdad ha sido declarado por otros como un ser
despreciable, loco, criminal; o, simplemente, ha quedado excluido de los círculos de quienes controlan
los medios de comunicación social.
Más allá de tantas debilidades, cada verdad conserva una energía interior que nadie puede destruir.
Ciertamente, la verdad débil sufrirá por culpa del ostracismo, o por la montaña de opiniones falsas que
pululan en un mundo que se cree informado cuando muchas veces se somete a potentes que reinan con
mentiras.
Pero ahí sigue. Basta con que un corazón bueno, abierto, sin prejuicios, la descubra, la analice, la acoja,
para que una verdad débil rompa estructuras de falsedades y permita un atisbo de luz y de belleza.
En ese momento, algo cambiará en el mundo. Un ser humano, que acaba de abrirse a la magnífica
fuerza de lo verdadero, podrá a su vez contagiar a otros desde una voz humilde o un teclado vacilante
con el que susurra y reproduce una verdad débil e invencible...