Es el islam.
“Nuestro primer enemigo no es Bin Laden ni Al Zarquai;
es el Corán, el libro que los ha intoxicado”.
Oriana Fallaci
Cercenar al terrorismo el islam es como extirparle la santidad al catolicismo. Un
santo es un católico radical. Para treparse a los altares hay que responder con alma
y vida, a la llamada imperiosa, tajante, del catolicismo.
Los terroristas afirman rotundamente que lo son; que es el profeta el que convoca,
y los inspira, y los guía: ¡islámicos de religión, de espada y corazón! Alguno entre
nosotros, el eterno tonto que es útil, les dice, a ellos, que no lo son. Entonces, ¿qué
serán?: ¿Hermafroditas, sicilianos, budistas, ateos, escribanos? ¿Cuál es el
pretendido juego? ¿Quiénes los amamantan, los nutren, los vitorean? ¿Quiénes
saltan de gozo y entonan himnos a pulmón lleno cuando esa otra pequeña y
desvinculada horda asesina? ¿Quiénes festejan? ¿Qué convicción, que malévola
idea, o que doctrina los lleva a estallar en cien trozos, despedazando al que llaman
satánico enemigo? ¿Por qué lo hacen? ¿Qué credo los convierte en dardo que se
incrusta con saña criminal en el infiel que no confiese que Alá es Dios y Mahoma su
profeta?
Copio del libro. Corán 9:
1-
Denuncia por Alá y Su Enviado de la alianza que habéis concertado con los
3-
(…) si volvéis la espalda, sabed que no escaparéis de Alá. Anuncia a los infieles un
castigo doloroso.
4-
Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadores
Por siglos se ha dirigido el dedo acusador contra el catolicismo por la Inquisición,
por las cruzadas. ¿No serían aquellos, quizá, un grupo de fanáticos desligados
totalmente de religión alguna?
¿Habrá alguna relación, aunque lejana, entre el judío, el protestante, el católico, su
caminar, sus aspiraciones y anhelos, sus ansiedades y sus angustias, sus logros,
sus conquistas, sus derroteros…y la Biblia?
Se alzan presidentes occidentales, doctos señores, políticos del pronunciar
correcto
,
y afirman desde famélicas, cobardes, o interesadas palestras que el terrorismo está
totalmente desligado del Islam. Y desde el milenario Egipto un musulmán, el
presidente Abdel Fattah al-Sisi, con lenguaje categórico y duro, sin miedos, sin
ambages, conmina a los académicos y líderes religiosos de la universidad de Al-
Azhar – el mayor centro teológico del Islam sunita –revolviendo la llaga: El mundo
islámico no puede seguir siendo percibido como “una fuente de ansiedad, peligro,
muerte y destrucción” para el resto de la humanidad. Los líderes religiosos del
Islam deben “salir de sí mismos” y promover una “revolución religiosa” para
erradicar la intolerancia y sustituirla por una “visión más iluminada del mundo”. Si
no lo hacen, tendrán que asumir “ante Dios” la responsabilidad de llevar la
comunidad islámica por caminos de ruina. En la opinión de al-Sisi, el líder político
árabe, los procesos desencadenados por la perversión islamista deben ser
bloqueados: “cómo es posible, que 1 billón y 600 millones de personas puedan
pensar que para vivir deben eliminar al resto de los 7 billones de habitantes del
mundo? No, ᄀeso es imposible!”. ““El mundo entero está a la espera de vuestro
próximo movimiento. Porqué la Umma islámica se está desgarrando, se está
destruyendo y perdiendo, a través de la obra de nuestras propias manos”.
¿Es el elefante un paquidermo, o un marciano? Dejemos que sea la Fallaci la que lo
diga:
“Porque, amén de 14 siglos de Historia (siglos durante los cuales el islam no
hizo otra cosa que desencadenar guerras, es decir conquistar, someter y masacrar),
lo dice el Corán. Es el Corán, y no mi tía, el que llama a los no musulmanes «perros
infieles». Es el Corán, no mi tía, el que los acusa de oler como los simios y los
camellos. Es el Corán, no mi tía, el que invita a sus secuaces a eliminarlos. A
mutilarlos, a lapidarlos, a decapitarlos o, al menos, a degollarlos (…)
“Hay que meterse en la cabeza esta sencilla, inequívoca e indiscutible verdad: todo lo
que los musulmanes hacen contra nosotros y contra sí mismos está escrito en el
Corán. Viene pedido y exigido por el Corán. La yihad o guerra santa, la violencia, el
rechazo de la democracia y de la libertad; la alucinante servidumbre de la mujer. El
culto a la muerte, el desprecio a la vida... (…)
“También sé que tampoco nosotros podemos presumir de santos.
Que, en nuestra Historia, también nosotros hemos combinado las luces y las
sombras. Pero hoy, el peligro no somos nosotros. Son ellos. Es su libro. Y dado que
nadie lo dice, dado que alguien debe
decirlo, lo digo yo.”
Oriana, lo repito contigo.
Reclama Benedicto como legado del catolicismo a la humanidad la santidad y el
arte. Tú, aparte de tus destrozos, salvajismo y despojos, tú, ¿que reclamas?
Jorge Arrastía