TEL-DAN-Sorprendente Israel
Padre Pedrojosé Ynaraja
El Si alguien tiene costumbre de leer mis textos, habrá observado que hablo con
frecuencia de la imaginación de Dios, cosa no habitual entre los autores. También
recordará el posible lector que digo muchas veces que lo más genuinamente
humano es su ensueño. Me sorprende gratamente que en este campo, como en
otros, mi lenguaje es semejante a los de los últimos Papas. No es ningún mérito
mío, significa que yo, como el Papa, somos fieles al mismo Espíritu. Y perdóneseme
la que puede parecer inmodestia, que reconozco que soy pecador, pero no del todo,
alguna cosa buena hay en mí, sin duda. Expreso, pues, sentimientos que tampoco
oculta el Obispo de Roma.
Partiendo de esta situación anímica, continúo, o tal vez sería mejor decir que inicio
mi reportaje.
El primero de mis viajes a Tierra Santa fue con la intención de peregrinar y de
conseguir imágenes fotográficas que sirvieran para guiones audiovisuales que
posteriormente se editaran. Y a fuer que lo conseguimos. Teníamos asegurada la
estancia en Tierra Santa, cenar y dormir, y poca cosa más. No lo dejábamos a la
improvisación, sino que confiábamos en Dios y en alguna incipiente amistad.
Consecuencia de ello es que nos presentaron a un buen fraile francés, que se
ofreció a acompañarnos en su coche particular dos días. Prácticamente resultaron
gratis los desplazamientos. Confiábamos en la buena monja que nos lo presentó,
supusimos que no sería ningún engaño y resultó luego que fue algo muy superior a
lo que imaginamos. Era el P. Troadec O.P. estudioso investigador, especializado en
los evangelios sinópticos. Casi legos en la materia nosotros, se comportó él como
amabilísimo compañero y guía. Vaya el inciso como prueba de la imaginación de
Dios, que se preocupó de nosotros ofreciéndonos tan fiel y generoso asesor, y
testimonio público también de agradecimiento al buen dominico, que desde la
existencia eterna se enterará de los buenos recuerdos que de él tengo.
Desplazándonos paralelos a la frontera libanesa, nos dijo en un determinado
momento: aquí estuvo Dan, el de Jeroboán. Recordad que el Israel bíblico se
definía como el país comprendido entre Dan y Beersheva. Y aquí quedó la cosa. No
sabía yo por aquel entonces, que cada año se añaden nuevos logros respecto a
estas tierras por parte de estudiosos, arqueólogos y antropólogos, motivo por el
cual, repetir viaje con cierta frecuencia, enriquece al que vaya en plan de estudios.
Dicho lo cual, se entenderá que no puse interés por esta área en sucesivos viajes,
ni me paré para ver qué es lo que allí había y se veía. Fue esta mi actitud durante
bastante tiempo, pero un día, visitando el templo de Arad con un buen profesor de
universidad y arqueólogo, hizo él referencia al lugar del que hoy escribo. Por
informes posteriores, deduzco que la mayor parte de lo que voy a dar cuenta, no
era conocido o visitable, cuando por allí pasamos la primera vez. Que estuvo el
templo cismático de las tribus del norte, a la muerte de Salomón, era la única
noción que del lugar tenía.
En la primera época de la conquista, posterior al Éxodo, y gobernado Israel por
jueces, el nombre del lugar era Laís. Posteriormente, consumada la división política,
que espiritualmente siempre había existido, entre las gentes del norte y las del sur
y que, con cierta dificultad se habían borrado, gobernando David y su hijo Salomón,
los límites se establecieron entre Dan y Silo, para el reino del norte, también
llamado con frecuencia reino de Israel.
Con no total acierto, se ha llamado al lugar, los letreros lo afirman: Tel Dan. No es
del todo atinado llamarle Tel, ya que esta palabra significa colina arqueológica. Se
observan todavía algunos de estos promontorios alargados, su silueta semeja un
trapecio isósceles y se sabe que esconden entre sus diferentes capas de escombros
y tierra, los restos de poblaciones diversas que fueron habitadas y demolidas. Un
caso muy típico es el que se ve cercano a Bet-Shean. En Dan no existió nunca,
propiamente, un Tel (otros escriben Tell, dicho sea de paso).
Cuando por primera vez me dirigí al lugar, acompañado del buen Eduardo, director,
protector y amable guía del precioso diminuto museo de Nazaret, que también
desconocía el lugar, quedamos de inmediato asombrados. (Añado como tributo a
tan buena persona, que nos consideramos ambos, amigos y yo me enorgullezco de
que así sea). No espera encontrar uno un lugar de tal belleza, exuberancia vegetal
y agua corriente.
En Dan nace el brazo del Jordán que aporta mayor caudal de agua al río, pese a
que el que brota en Banias sea el más famoso y el insignificante, por su aforo, el
desconocido Hasbani, el más largo. Los tres bajan majestuosamente unidos hacia el
Hule.
El paraje está declarado reserva natural, una de las más pequeñas de Israel, pero,
sin duda la más bella y sorprendente. Se adentra uno con cierta curiosidad
histórica, pero desaparece de inmediato todo interés arqueológico ante lo que va
viendo. Como parque, está muy bien urbanizado. Caminos delimitados, letreros que
indican nombres de la vegetación y la referencia bíblica que pueda tener el espacio
que uno pisa. Pocos lugares conozco enriquecidos por tantas corrientes de agua y
de tanto arbolado. Yace en el suelo un tronco seco de Pistacho atlántico, o pistachio
terebinto, no recuerdo exactamente bien, que, según se indica en el letrero, vivió
varios miles de años. Abundan las encinas y otras especies de montaña y ribera.
Por sus aguas ve uno algunos crustáceos y moluscos que, se advierte al visitante,
son especies protegidas y casi exclusivas del lugar.
Disfruta uno de remansos y de rincones de descanso, todo ello tan placentero que
casi se olvida uno que ha ido para satisfacer su interés bíblico.
Muy bien señalado el antiguo espacio que ocupaba el templo, que debía emular al
de Jerusalén y sobre todo olvidarlo y no pretender acudir en las rituales
peregrinaciones anuales a la capital, de todo buen israelita. Se puso aquí y en Lais
un becerro de oro, símbolo, o tal vez pretendida presencia, del Dios que había
acompañado y protegido a sus ancestros por el desierto, huidos de los faraones
opresores.
Me sorprendió que en la reconstrucción que se ha hecho del lugar sagrado, el gran
altar, el de los holocaustos, no se ha levantado con piedras de la cercanía, como en
otros lugares, sino acotado con perfiles de acero. Esta técnica confiere autenticidad
a los desvelos de los arqueólogos, que no ofrece la otra, más común.
A los muros limpios y bien señalados por letreros indelebles, acompañan, en este y
otros lugares, dibujos y textos muy expresivos. Son tan buenos, que uno se
comporta entonces en este lugar, como los niños cuando reciben un libro de regalo.
Lo primero que hacen es mirar los “santos” con interés, para después, en todo caso
y si les convencen las ilustraciones, leer el texto. Saqué muchas fotografías, de las
piedras y de los carteles, que después me invitaron a leer la Biblia y enterarme de
su contenido histórico y pedagógico con un afán que no hubiera puesto si lo hubiera
desconocido. La visita sabe a poco al viajero que no puede permanecer mucho
tiempo, pese al gusto que le saque, y tiene la sensación más tarde, que la lectura
es un complemento a lo que ha visto y disfrutado del lugar, lo contrario a lo
habitual, que es comprobar que lo que ve, remata lo que ya sabe.
Me he referido al Antiguo Testamento, Jesús nunca iría a Dan. Su sentimiento
patriótico, del que hizo gala en la conversación con la samaritana junto al pozo de
Jacob, se lo impediría. Sí que fue a la otra fuente que está muy próxima y de la
que me ocuparé otro día.
Sumergido como ha estado el visitante en un entorno exuberante, casi sensual, al
salir de la reserva, contemplar el paisaje y recordar de inmediato las tierras de
judea, comprende la rivalidad entre los habitantes de uno y otro territorio. Galilea
era y es, el granero de Israel, aquí comprueba que también es agua en abundancia,
indispensable elemento para la subsistencia.
Recorriendo Tierra Santa uno descubre territorios que para el actual israelí, son
simples lugares de recreo, olvidando contenidos arqueológicos. Tel Dan es uno de
ellos. Disfrutan las familias, juegan los niños y hasta los impedidos físicos se
desplazan por sus caminos sin dificultad.