BASTA, POR HOY, DE LA CUSTODIA FRANCISCANA –III-
Padre Pedrojosé Ynaraja
Si me he referido estas últimas semanas a este organismo, ha sido por dos
razones. En primer lugar debía expresar mi agradecimiento a la amabilidad con que
había sido tratado. Nobleza obliga. En segundo lugar para dar noticia de un buen
obrar, del que las agencias no dan noticia. Pienso que pasar una temporada con
alguna de las comunidades, aunque no se visitase ningún santo lugar, serviría para
aprender buenos quehaceres, que tantas veces no se dan entre grupos semejantes.
En primer lugar la apertura mental y ministerial. En cualquier santuario o
comunidad, puede uno encontrarse con quien menos imagina. En la mesa del
refectorio y en la sacristía. Quien se ofrece y sabe hacer, y quiere hacer, algo útil,
es bien recibido y aceptado, cosa no frecuente, por desgracia. Conocí a una buena
señora que decidió ir a practicar Ejercicios Espirituales durante quince días, llegó y
no los hizo, pero se quedó y durante 8 años acompañó a la minúscula comunidad
de la Confirmación del Primado de Pedro. Allí la conocí, cocinaba y aseguraba la
permanencia en el santuario. Acabado su servicio y, dada su avanzada edad, volvió
a su casa de Barcelona. Su domicilio era la base de los franciscanos que venían,
mucho más céntrico y bien comunicado que su mismo convento. He hablado en
pasado, puesto que ya murió. Puede un sacerdote ofrecerse para confesar, sea de
la orden o procedencia territorial que sea y es aceptado su servicio. Descubre uno
allí comunidades de países y de carismas, que nunca hubiera soñado que
existieran.
Seguramente sería por la proximidad de su despacho, por lo que un día entré en
contacto con el P. I. Pe￱a. Era el director de la “Revista Tierra Santa”. Cordial él,
empezó por ofrecerme un buen café, después hablamos de sus tierras, próximas a
las que yo llamo mías, y de sus ocupaciones. Me escogió como colaborador y tuve
el gozo de ver aparecer por primera vez mi nombre en los buscadores de internet
de aquella época. Esta tontería hoy, en aquellos tiempos, aumento mi autoestima,
concepto tan cacareado hoy. Sus tiempos libres, sus vacaciones, las dedicaba
principalmente a la investigación de los monjes estilitas, que fueron muchos, pese a
que nos creamos que sólo fue Simón. Escribió un volumen de arqueología cristiana
en Siria, precioso, documentado e interesantísimo. Le agarrotó el Alzheimer. Le
visité en varias ocasiones, la última, ya en estado aparentemente vegetativo. Poco
después murió y estoy seguro de que fue recibido en la existencia eterna, con todos
los honores del buen siervo.
Le sucedió en la responsabilidad editorial el P. Emilio Bárcena. Me convirtió en
estrecho colaborador suyo. Algún número de la revista contó con cinco artículos
míos. Esta labor es una de las que más agradezco a Dios y a él se lo debo. Escribir
sobre la Biblia, o del lugar donde germinó, es un gran privilegio, un gran honor. Me
presentó a quien fuera, cardenal o simple miembro de prelatura, como colaborador
de la Custodia. Conozco gracias a él, muchos entresijos del convento y el proyecto
y acabado de la barriada de casas para palestinos cristianos con su excelente
editorial en el que tanta ilusión puso. Tener casa y facilitarla, es un desconocido
servicio, muy útil para la permanencia de las familias cristianas en aquellas
benditas tierras.
(Ser cristiano en Israel, es pertenecer a una clase inferior, por su pertenencia a la
cultura árabe, según el aprecio de la comunidad hebrea. Para esta otra,
mayoritariamente musulmana, la Fe cristiana les relega a segundo lugar. Para la
Custodia y otras semejantes comunidades religiosas católicas de gran raigambre,
ser palestino cristiano es un privilegio).
En Betfagé, lugar tradicional donde se cree subió al jumento Jesús, antes de la
solemne entrada del Domingo de Ramos, están situadas estas viviendas y la
empresa editorial. Esta también proporciona trabajo a quien de otra manera no lo
encontraría. Franciscan Printing Press, allí, entre Betania y Jerusalén, tiene sus
prensas. El P. Bárcena puso gran afán en esta empresa. Pese a sufrir ahora
dificultades físicas, continúa, como buen franciscano de la Custodia, dedicando sus
posibilidades a cristianas ocupaciones. La “Revista Tierra Santa” centraliz￳ las
ediciones de las cuatro o cinco lenguas en un solo sitio y hoy ya no necesitan mi
colaboración.
El Studium Biblicum Franciscanum, de categoría universitaria, reside en el Convento
de la Flagelación y confiere títulos en Ciencias Bíblicas y Arqueología. Otro servicio
de la Custodia.
Si a alguien no le ha quedado claro la excelencia de esta institución, le recordaré la
predilección que demostró por ella el Papa Francisco, cuando peregrinó a Tierra
Santa. Dej￳ a las comisiones y su séquito en “Notre Dame” y se fue a comer con los
frailes de la cuerda, así se les conoce y él se refirió así a ellos en el fraternal
coloquio que siguió al sencillo refrigerio. Por petición expresa suya, debía ser el
diario y habitual. Sobrio siempre, lo sé por la experiencia que en algunas ocasiones
también yo he compartido.
No olvido al P. Artemio Vítores, al P. Bon y al P. Bermejo y a tantos otros que me
han acogido bien siempre. Por mi parte estaba obligado a dar a conocer esta
cristiana institución y a algunos de sus miembros, con los que más estrechamente
he tratado. Sin mi contacto con la Custodia muchas de las visitas y permanencias,
hubieran sido imposibles.
Si Dios quiere, volveré a ir a Tierra Santa. Deseo conocer lo encontrado en Mágdala
y los restos de Siloé, que no corresponden exactamente a los que he visitado tantas
veces. Se sabe ahora que la piscina estaba algo más abajo. Si se cumplen mis
ensueños, ya daré cuenta de ellos a mis lectores.