Cipres II
Padre Pedrojosé Ynaraja
Me doy cuenta ahora de que la semana pasada me referí a árboles “extra-bíblicos”
principalmente. Muy querido y recordado por mí era el de la subida al Gbel Mussa,
en el Sinaí, de aquí la mención, de la que no me arrepiento. Hablé también del
ejemplar que el fuerte viento derribó junto a mi casa. La parte superior de este, de
unos cuatro metros, la pusimos en la iglesia de la parroquia como árbol de Navidad
y a todos les pareció muy bien. Ya lo hemos retirado. Me ha tocado cortar sus
ramitas antes de abandonarlo. Brotan muy próximas las unas de las otras. He olido
su suave aroma, la sabia ha mojado mis manos, dicen que no es resina, no sé
exactamente que querrán decir.
Para el carpintero y el ebanista los nudos de la madera son un inconveniente, se
muestra frágil el lugar donde se encuentran. En el caso del ciprés curiosamente, los
tiene en abundancia pero no disminuyen su reciedad, las tablas que de su tronco se
hacen, continúan siendo seguras y además le proporcionan belleza. Son
acertadísimos revestimientos interiores.
La amada del Cantar sueña que su nido de amor será de cedro, madera sumamente
noble y el artesonado de ciprés. Creme de la creme. (1,17)
Su tono claro y cálido y su suave olor convierten en acogedor cualquier recinto.
Dicen que su aroma aleja a los insectos. Los muebles, y sus correspondientes
cajones, de las antiguas sacristías, se hacían de ciprés, para evitar que los
ornamentos litúrgicos se apolillasen. Supongo que lo lograban. Hoy para alejar el
peligro, se acude a otros recursos.
Decía que el ciprés es mencionado 19 veces en la Biblia. Muchas de ellas haciendo
referencia a los encargos que los reyes de Israel hacían a Jirán, que lo era del
Líbano.
En Israel no abundaba nuestro árbol, hoy, siguiendo criterios ecológicos, se han
plantado muchos más. Salomón necesitaba madera de calidad para el Templo y
para su palacio. Le llegaba por mar y a expensas de marineros del norte, ya que los
judíos nunca fueron buenos navegantes.
Su estilizada forma y su calidad prestan imagen evocadora a los autores de los
libros sapienciales y a los profetas de la Biblia.
Oseas lo escoge como símbolo de la perennidad, se fija en que siempre está verde
(14,9)
Hasta los cipreses se alegran por ti, dice Isaías (14,8)
En lugar del espino crecerá el ciprés, anima en otro lugar, también Isaías (55,13)
Gime ciprés, porque ha caído el cedro, dice Zacarías (11,2)
Me alegraría que este comentario animara a buscar otros lugares de libro sagrado y
complacerse en ellos. Celebraría que cada vez que cualquiera de los lectores viera
un ciprés, le evocara y estimulase la hospitalidad, como son signos de esta virtud
los que se plantaban en las masías catalanas. Que elevaran el espíritu hacia lo alto,
como quieren significar los que entre nosotros se plantan en los cementerios. Que
viéndolos se animara cada uno a ser tierno y cordial con todos, como el suave
aroma de su madera.