Autoridad, ¿para quedar bien?
P. Fernando Pascual
21-2-2015
Casi nunca ha sido fácil mandar. En parte, porque hay resistencias, críticas, descontentos. En parte,
porque discernir lo mejor en cada momento es algo sumamente difícil. En parte, porque los errores de
quienes mandan, además de los daños que producen en otros, recaen sobre ellos mismos.
El hecho de que haya tantas dificultades genera una tentación: la de ejercer la propia autoridad para
quedar bien, para contentar a las personas, para encontrar halagos y sonrisas complacientes, para
evitarse problemas.
Es cierto que un buen gobernante logrará, en corazones buenos y honestos, adhesión y simpatía,
aunque a veces una decisión implique sacrificios en algunos. Pero también es cierto que muchos
gobernantes perciben en quienes son gobernados reacciones de independencia, hostilidad, crítica,
apatía o resistencia más o menos pasiva.
Por eso, ante tantas dificultades, se percibe con fuerza la tentación de dejar pasar, de buscar lo más
fácil, de congraciarse con muchos a base de tolerarles sus caprichos y aflojar en la disciplina. Es la
tentación de ejercer la propia autoridad para quedar bien.
Sin embargo, los daños que produce un gobernante bonachón son enormes. Si ya la naturaleza humana
arrastra a muchos hacia lo más fácil y lo más cómodo, incluso hacia el egoísmo y hacia la falta de
solidaridad, un jefe de trabajo, un superior en una comunidad religiosa, un padre de familia que ceden
siempre “por el bien de la paz” darán rienda suelta a los caprichos y fomentarán un ambiente de tibieza,
de indisciplina y de flojera que tanto perjudica a cualquier sociedad humana.
Frente a la dejadez de quienes tienen miedo a exigir lo justo en un grupo humano, existen otros
hombres y mujeres que ejercen su autoridad con una de las más valientes formas de servicio: con una
exigencia basada en el amor, la verdad y la justicia.
En otras palabras, son personas que mandan con la mirada puesta en el bien de todos y de cada uno,
aunque a veces una orden resulte difícil y costosa.
Porque toda buena orden, con el pasar del tiempo muestra sus resultados: promover en el grupo
virtudes fundamentales, ayudar a la gente a conquistar personalidades maduras, coherentes y generosas
en el cumplimiento de los propios deberes personales, familiares, laborales y sociales.