BICHOS DE LUZ
Yo leía sin darme cuenta de la invasión que iba teniendo.
Atrapados por la luz, diversos insectos, habían entrado al cuarto donde me
encontraba.
Me puse a observar la diversidad de bichitos que giraban entorno a la luz.
Maripositas de diversos colores y tamaños.
Dos langostas. Una verde u muy patona y la otra marrón y de cuerpo
pequeño.
Unos, parecidos a unos cascarudos de cuerpos pequeños, negros y muy
inquietos.
Repentinamente uno de los insectos que habían ingresado llamó mi
atención.
Posado en la pared casi donde la luz comenzaba a mezclarse con las
sombras.
Me pareció ver un destello de cálida luz.
Fue un algo muy tenue y fugaz.
Me detuve a observarle como si fuese el único presente en el cuarto.
Volvió a repetir su destello cálido y fugaz.
Mirándole pude observar que no estaba solo.
Otros puntitos de luz se encendían con timidez.
Apagué la luz para poder disfrutarles un rato más.
En un determinado momento llegué a contar cinco puntitos de luz ya que un
sexto me dejó la duda si era uno más o uno que se repetía.
Mirando aquellos tímidos puntos de cálida luz mi mente, como siempre,
comenzó a divagar.
Me puse a pensar en aquella persona, muy significativa para mí, que se
refería a un ser querido suyo como “mi bichito de luz”
La distancia no impedía que aquellas luminosidades le hiciesen llegarse
hasta mí.
Con absoluta nitidez podía volver a verle.
Con su gran sonrisa y su mano siempre solidaria.
Con su gran ternura y su vida plena de enseñanzas.
Miraba las luces que se encendían e inmediatamente se ocultaban y cada
uno de aquellos puntos de luz me recordaban a aquel ser.
Una persona que supo luchar la vida pese a las desconfianzas que poseía
sobre sus capacidades.
Una persona a la que nadie le obsequió nada sino que todo lo suyo lo fue
construyendo a pulmón y coraje.
Debía luchar con su realidad familiar que no aceptaba algunas realidades de
su vida y esas inseguridades que le impedían descubrir su real valía.
Las cosas más simples adquirían en sus manos toda una grandeza que
jamás se borraba.
Sabía dar contenido y afecto a todo lo que realizaba.
Nada de lo suyo se podía ver como una insignificancia.
Con su presencia llenaba de fortaleza y juventud a aquellas viejas paredes
del lugar donde solía ir a la eucaristía.
Nada era igual cuando podía participar de algo que, siempre, realizaba, sin
pretenderlo, marcando presencia.
¿Por qué seres así no resultan mucho más visibles?
¿Por qué seres así, con frecuencia, se pierden en el anonimato?
Seres así siempre poseen una lección de vida para brindar.
Seres así solamente son capaces de construir, con sus pequeños detalles,
una sonrisa en los demás y ello es una realidad necesaria en nuestro hoy.
Sin duda me considero un privilegiado de haberle podido conocer.
La primera vez que le vi iba en compañía de un grupo de chicos.
Dios hizo que tratáramos un mucho más y, en oportunidades, me brindó su
mano en la parroquia.
Considero un obsequio de Dios el haberle conocido.
Y ahora, después de un tiempo, se aparece traída por un grupito de bichos
de luz que danzan en la oscuridad del cuarto.
Tal vez alguno de ellos ya se retirado por la ventana que permanece abierta
ya que logro ubicar, únicamente, a tres de ellos.
Quizás se han ido a otro lado a brindar su calida y tímida luz en algún otro
lugar o han volado buscando la libertad de la noche.
Mientras tanto……. solamente puedo agradecer a Dios este recuerdo de
alguien que aún continúa luchando por la vida y por conservar su luminosa
sonrisa.
Padre Martín Ponce de León