SALTEANDO ETAPAS
En un lugar de este mundo vivía una niña.
Tenía unos siete u ocho años cuando su madre trajo al mundo un hermanito para ella.
Sí, con toda certeza se puede decir que aquel niño era “para ella”.
Con verdadero celo cuidó de su hermanito desde que supo estarse sentado o acostado
sobre una manta que ella extendía en el frente de su casa.
Lo sacaba a la vereda, donde jugaba con sus amigas, y cada tanto dejaba sus juegos para
mirar a su hermanito.
Bastaba el esbozo de un llanto para que ella abandonase completamente sus juegos para
consolar o, simplemente, callar a su hermanito.
Cuando el chico comenzó a caminar ella, tomándolo de la mano, le ayudó a caminar.
Si caía, debido a sus pasos vacilantes, ella corría a levantarlo y cubrirlo de mimos.
Así fueron creciendo ambos.
El niño sabía tenía a su hermana y ella vivía para el niño.
El niño se hizo un pequeño inquieto que correteaba por la vereda.
Su hermana se fue estirando y adquiriendo altura en su cuerpo niño.
Poco a poco se fueron volviendo más independientes.
Mientras él correteaba detrás de alguna pelota ella gastaba tiempo conversando con sus
amigas.
Escuchaban música y bailaban junto al cordón.
Un día la calle amaneció pintada deseando a la chica un feliz cumpleaños de quince.
Pocos días después de sus quince desapareció del barrio donde había crecido.
Ya no se le volvió a ver salvo en raras oportunidades.
Pregunté por ella y me dijeron que se había ido a vivir a la casa del novio.
Vivió su infancia haciendo de hermana y madre.
Ahora vive su adolescencia haciendo de adulta.
Era una niña cumpliendo tareas de grandes.
¿Es, ahora, una jovencita cumpliendo tareas propias de su edad?
¡No se ha salteado alguna etapa en su vida?
No la culpo ni la condeno.
Es muy entendible que haya querido poner distancia con la realidad de su casa.
Quizás la vida le enseñó a que algunas realidades, a ella, no le digan mucho o le digan
nada.
Quizás dentro de un tiempo volverá al barrio con el vientre lleno de futura maternidad o
con un niño en sus brazos.
Quizás, y ojala así sea, no vuelva al barrio porque hizo su vida y encontró la felicidad.
Pero, sea lo que sea su mañana, sin duda se ha salteado alguna etapa de su vida.
Esta realidad no es exclusiva de esta jovencita a la que hoy hago referencia.
Tampoco se puede afirmar que todas transitan por el mismo camino que ella.
Pero, sin duda, no es la única y ello es lo que motiva este artículo.
¿Puede ser correcto el hecho de saltearse etapas de la vida?
Sé que entre lo correcto y la realidad suele, en muchos casos, darse gran distancia.
Hay personas a quienes la realidad de la vida le obliga a saltearse etapas.
Hay personas que, sin duda, se ven en la obligación de no transitar por los caminos
correctos.
Esto no quiere decir absolutamente nada.
Quizás su futuro esté pleno de dicha y realización.
Quizás debía dar el paso que dio para poder realizarse como persona.
Uno se pregunta si en algún momento no deseará poder recuperar esa etapa de la vida
que se salteó.
¿Qué sucederá cuando se dé cuenta que su infancia fue parcialmente tal?
¿Qué sucederá cuando sienta la necesidad de poner recuerdos a una adolescencia que no
vivió?
¿Qué sucederá cuando experimente el deseo de vivir plenamente su juventud?
¿Será que nada de ello será en su interior?
¿Se puede vivir verdaderamente salteándose etapas de vida?
Esto sucedió en un lugar de este mundo. Ojala, cuando suceda por aquí cerca pueda
tener las cosas claras como para poder brindar una mano si es que me es solicitada.
Padre Martín Ponce de León