NO ME RESULTA FÁCIL
El año pasado había vivido una experiencia no muy simple para mí.
Me habían solicitado recorrer unas casas para visitar algunas personas enfermas.
Personalmente es una de las tareas que más difíciles se me hacen.
Llegar a esas casas donde el dolor, la enfermedad o la soledad son moradores
permanentes.
No puedo ir a hacerles sentir víctimas ni a aumentar su saberse limitados.
Debo ir con una buena noticia, en la que creo, y estoy convencido es real.
Pero debo ir con una convicción que esté por sobre lo que pueda manifestar.
No me resulta fácil encontrar palabras para decir a una persona que veo por primera vez.
Iba acompañado por una persona que es quien se encarga del seguimiento y visita de
estas casas.
Este año volvieron a invitarme a realizar la misma tarea.
No me resulta fácil pero igualmente acepté acompañar a quien me invitaba.
Ella las conoce y tal cosa me facilita la tarea.
Con su lenguaje particular me iba anticipando lo que habría de encontrar.
“Aquí vive una señora que es muy sorda y hay que hablarle pegado a su oído”
“Aquí vamos a visitar a una señora que, en algún momento, puede perderse”
Así iría a realizar las diversas visitas de una lista por ella confeccionada.
Me facilitaba la tarea aunque, lo sabía, la misma no me resultaba fácil.
Recordaba a mi madre e intentaba poner lo mejor de mí en lo que realizaba.
Casi todos los días tenía alguna vecina para visitar.
“Porque está sola” (ella ya estaba sola también)
“Porque ya está muy viejita” (solía tener menos edad que ella)
“Para que no tenga que hacer las compras” (ella hacía muchas de las de ella)
Vivía su realidad de cristiana en esa actividad de visitar vecinas con alguna dificultad.
Sé que lo hacía porque lo sentía como una responsabilidad.
Sé que lo hacía porque con ello ayudaba a alguien.
Sé que lo hacía porque con ello se sentía útil.
En lo personal es una tarea que no me resulta fácil
Me cuesta encontrar esas palabras de aliento cuando son ellos quienes, con sus
limitaciones, colman de palabras.
En oportunidades uno no puede menos que agradecer el poder contar con seres con
quienes poder compartir momentos.
Es que es imposible ser indiferente a seres que gritan su soledad y su necesidad de ser
escuchados.
Hacen historias y dan nombres de personas que uno no conoce pero no hacen otra cosa
que manifestar su necesidad de hablar de sus cosas ante oídos nuevos para ellos.
Llama mi atención la sonrisa de muchas de esas personas que son visitadas.
Se sienten alguien porque es visitada y atendida.
Sin duda se necesita una capacidad particular como para desempeñar esa actividad.
Una capacidad que, lo repito, no poseo.
Pese a no poseer tal capacidad disfruto con lo realizado.
Disfruto poder decir alguna sandez que despierta una risa.
Disfruto poder acompañar a esa persona que con tanta sencillez y alegría me enseña de
la tarea.
Disfruto poder escuchar esas historias que hacen a la vida de esas personas.
Me retiro de cada casa con la sensación de no haber aportado nada.
Me retiro de alguna casa con la prisa de poner distancia con una situación que me
impacta o conmueve.
Pienso en los muchos seres solos que por allí están.
Pienso en los muchos seres que no saben que hacer para sentirse útiles.
No hay nada que llevar.
Solamente una oreja disponible y un algo de tiempo.
No hay nada que decir sino mucho para escuchar.
No hay nada para enseñar sino mucho para aprender.
Aunque no le resulte fácil inténtelo y descubrirá como con muy poco se puede ser muy
gratificado.
Padre Martín Ponce de León