Huevo-Pascua 2015
Padre Pedrojosé Ynaraja
En el plato ritual del Seder de Pesaj, ocupa un lugar preferente un huevo,
generalmente duro.
Por si algún lector lo ignora, advierto que se trata de la Cena Pascual, que celebra
la cultura judía y la oficia como recuerdo, homenaje y memorial, de la salida de la
esclavitud en Egipto a la libertad del desierto, anticipo del don de la tierra de Israel.
Advierto que en los comentarios y explicaciones actuales, se pone el acento en la
libertad. El Pesaj (su significado es paso, del que se deriva el vocablo pascua) es la
gran fiesta de la libertad del pueblo judío .
En la época bíblica esta cena ritual estaba regulada con detalle en los textos del
Pentateuco. Ya en tiempos de Jesús tenía alguna variante. Señalo sólo una. Los
comensales no estaban de pie con el bastón en la mano etc. sino sentados en el
suelo, recostados en un codo, a la manera de un convite griego.
La comunidad samaritana sigue al pie de la letra el texto de la Torá. Se reúnen las
familias que ahora viven en la cima del Garizín, su montaña santa, donde matan,
despellejan, asan y consumen los corderos pascuales. El lugar lo he visitado en
diversas ocasiones y, orgullosos, algunos miembros me han dado muchas
explicaciones. Su liturgia la conozco a través de un reportaje televisivo que ofreció
Telepace. La túnica blanca que visten los miembros, jóvenes y adultos, se tiñe
totalmente de sangre. El “espectáculo”, aunque ellos se sienten ufanos de las TV
extranjeras que acuden y pagan, resulta desagradable a nuestra vista.
Destruida Jerusalén y dispersados sus habitantes, el mundo judío posterior,
desbandada la casta sacerdotal y levítica, no podrá disponer de corderos pascuales,
sacrificados en el Templo y según normas, así que acudirán al terreno simbólico,
como realidad substitutiva. En la solemne bandeja central de la mesa, junto a otros
ingredientes, se colocará un hueso de cordero.
¿Y el huevo que titula esta reseña y decía que ocupa lugar destacado en el plato
ritual? No se sabe a ciencia cierta su origen. Ahora bien, nadie duda de su acierto.
Imagen simbólica del misterio de la existencia, estimula, manifiesta y proclama la
vida.
Cuando uno por entornos jerosolimitanos, se mueve por el Olivete, no lejano el
lugar a la basílica de Getsemaní, entra en la vistosa iglesia ruso-ortodoxa de María
Magdalena, se sorprende con la iconografía y leyenda de esta santa mujer que allí
se proclama.
La de Mágdala, mostrándole un huevo al emperador Tiberio, le dice: ¡Cristo ha
resucitado!». El emperador se ríe y le dice, eso será tan cierto como que el huevo
se vuelva rojo. Evidentemente, se tiñe al momento de este color.
A PROPÓSITO DEL HUEVO DE PASCUA –II-
Acababa mi anterior artículo con la escena de María, la de Mágdala, enseñando al
emperador Tiberio un huevo, como prueba de la resurrección de Cristo y,
bromeando, contestar el romano, que aquello sería tan cierto como que aquel
germen gallináceo, se pudiera volver rojo. Como así aconteció, el augusto se
convirtió a la Fe cristiana, cosa que nuestros historiadores ignoran. Allá ellos (sic).
En la iconografía oriental, la Magdalena siempre viste de rojo. Tal vez se derive de
lo explicado.
Refiriéndome a lo que contaba respecto al plato ritual de la mesa del Seder de
Pesaj, advierto que si dije que simbolizaba a la víctima pascual un hueso de
cordero, estos últimos días he leído que se ponía un hueso de pollo o la pata del
mismo animal. La fuente de esta noticia era doble. Judía estricta una, y de Estados
Unidos de América, de la comunidad de judíos mesiánicos, la otra.
Abandonando tradiciones y leyendas y acudiendo a la Biblia, le sorprende a uno las
pocas referencias que al huevo encuentra en el Libro sagrado. Jesús lo menciona de
una manera fortuita. Dice el evangelio de Lucas: ¿Qué padre hay entre vosotros
que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un
huevo, le da un escorpión? (Lc 11,11)
En el Antiguo Testamento el huevo aparece seis veces y lo curioso del caso es, que
en tres ocasiones, se refiere a los de víbora. (Job 39,14 Isaías 34,15 y 59,5).
Recuerdo cuando en mi etapa de escuela elemental en Burgos, aquel buen maestro
que era Don Manuel Serrano, nos explicaba que estos reptiles eran ovovivíparos.
Ninguno de los alumnos teníamos noticia de ello, ni siquiera nos interesaba. En mi
larga vida, creo recordar que he visto únicamente cuatro víboras y, por descontado,
nunca he encontrado huevos de este reptil, cosa que al Profeta le suena a conocido
en dos de las ocasiones citadas. Pero, para la gente de aquel tiempo y territorio,
debía de ser algo común.
Del nido de pájaro donde están los huevos habla el Deuteronomio (22,6) e Isaías
(10,14).
Y lo curioso del caso es que Job se queja de que la clara de huevo es insípida (6,6)
Sin sólido fundamento bíblico, el huevo se perpetúa en la tradición cristiana como
regalo de Pascua y como objeto base para preciosas decoraciones.
El primer aspecto lo recuerdo bien. En la primera parroquia donde presté mi
servicio parroquial, Santa Eugenia de Berga, con monaguillos y alumnos de la
escuela, salíamos a cantar alegremente el júbilo pascual por las masías. Muchas de
ellas, siguiendo antiguas costumbres, nos obsequiaban con huevos. Iba yo con los
chiquillos cargado con una cesta de mimbre para recibir tales dones.
En Catalunya, el obsequio tradicional del padrino a su ahijado/a era el pastel
llamado mona, que siempre culminaba con un huevo.
En el mundo oriental, desde plebeyos a zares o reyes, pasando por los aristócratas,
el huevo decorado era necesario objeto de regalo para estos días. Y, en
consecuencia, pieza de colección de los más preciosos que guardaban en vitrinas,
como las más preciadas joyas