Caminos para superar conflictos
P. Fernando Pascual
12-4-2015
Que existan diferentes puntos de vista es inevitable. Que esos puntos de vista provoquen conflictos es
frecuente. Pero lo importante es ver cómo superar esos conflictos.
Para ello, conviene afrontar cada asunto de modo sereno y con una mirada atenta a los diferentes
aspectos del tema en cuestión. ¿Qué ha visto el otro? ¿Qué veo yo? ¿Hay elementos comunes? ¿Dónde
radican las diferencias?
No resulta fácil lo anterior, sobre todo cuando está implicado algún interés personal o cuando existen
rencores entre las personas por hechos de un pasado más o menos reciente. Pero con un poco de buena
voluntad será posible dar los primeros pasos hacia un acuerdo.
Si la mirada y el corazón se agrandan, llegará pronto el momento de ir a fondo y buscar caminos para
una decisión condividida. Algo, desde luego, más difícil si se parte de presupuestos inconciliables, pero
no por ello imposible.
Basta con pensar, entre los miles de ejemplos posibles, en dos directivos que discuten si hay que
despedir o no a un trabajador que ha robado en el lugar del trabajo. Uno parte de la idea de que es
bueno evitarse problemas con el despido y que todo ser humano merece una segunda oportunidad. El
otro parte del principio de que la justicia hay que aplicarla, pase lo que pase, a todos por igual. ¿Cómo
conciliar las dos posiciones?
Si trasladamos lo anterior a situaciones nacionales o internacionales, los datos a tener presentes son
mucho más complejos, y los principios que salvaguardar chocan fácilmente entre sí.
Más allá del conflicto, el criterio fundamental que puede ayudar a superarlo será siempre el mismo:
¿cómo promover el bien y la justicia para las partes implicadas? ¿Qué caminos de solución evitan
ulteriores daños y favorecen la concordia y la tutela de los derechos fundamentales de todas las
personas que esperan y necesitan una solución?
Desde ese criterio es posible caminar. No será fácil (casi nunca lo ha sido), pero al menos existe algo
que las partes aceptan. Si, además, hay apertura de mente y de corazón y un espíritu de auténtico
diálogo, llegará el momento de un acuerdo que promoverá, al menos idealmente, la armonía y la
justicia entre las partes implicadas.