NICODEMO
Muchas veces hemos sentido hablar de un personaje judío al que menciona
el evangelio de Juan.
En diversas oportunidades uno ha escuchado decir que este personaje fue a
visitar a Jesús en horas de la noche por miedo a ser involucrado con él.
Esta interpretación no figura en el relato sino que es propia de
interpretaciones posteriores.
Si bien no figura en el relato evangélico la teoría del “temor” del personaje
se ha tomado por válida.
Permítaseme, también como teoría, redactar unos renglones a favor de
Nicodemo.
En texto evangélico, unos capítulos más adelante, va a mencionar a
Nicodemo esbozando un alegato a favor de Jesús en una pública reunión de
las autoridades judías.
Su interés de ocultarse parecería no ser tal.
En el momento de la crucifixión se vuelve a nombrar al personaje aportando
ungüentos para el embalsamamiento de Jesús.
Si se tiene en cuenta que la condena a muerte en cruz implicaba, también,
la condena a la misma muerte de los seguidores del condenado parecería
que su “temor” no sería tal.
Nicodemo, en el relato de su visita a Jesús, no va a otra cosa que a
conversar con Jesús.
Va a realizarle un planteo de índole espiritual.
No va a ver lo que realiza puesto que, parecería, está muy bien enterado de
ello.
No va a conocer a la persona de Jesús puesto que todo hace suponer ya le
conocía.
No va a indagar sobre la postura religiosa de Jesús ya que muestra cercanía
para con él.
Nicodemo va a plantear algo que atañe a su vida religiosa.
¿Miedo? ¿Vergüenza?
¿No resulta mucho más lógico mirarlo como una cuestión de “sentido
común”?
Nicodemo era un personaje importante dentro de la escala social de aquel
tiempo.
Pretendía hablar con tranquilidad con Jesús.
¿Cuándo iría a hablar?
Sin duda que debía ir cuando Jesús estaba tranquilo y sin mucha gente a su
alrededor.
Debía ir cuando no estuviese rodeado de enfermos o de personas que le
pidiesen algo.
Es evidente que la noche era el mejor momento para tener un mano a
mano con Jesús.
Mano a mano tranquilo, sin interrupciones y sin prisa.
Es, entonces, donde Nicodemo se transforma en una lección para nuestra
vida.
Ese Jesús que debemos encontrar en nuestra vida requiere de nuestro
saber estar a mano a mano con él.
Si en mi escucha del próximo estoy prestando atención a su forma de
vestir, a las piezas dentales que le faltan, a la higiene de su presencia o su
manera de decir las cosas nunca habré de llegar al Jesús que está en él.
Si en mi escucha del próximo estoy ocupado prestando atención al tiempo
que me está ocupando no habré de llegar al Jesús que está en él.
Para llegar al Jesús que está en mi próximo debo asumir que nada es más
importante que él.
Para poder llegar a mi próximo debo saber escucharle con atención y sin
prejuicios.
El tiempo mejor ganado es aquel que le brindo, gustosamente, a mi
próximo.
Debo saber despojarme de lo que me puede distraer para lograr estar mano
a mano con Jesús.
Mis preguntas no deben hacer otra cosa que ayudarme a conocerle un poco
mejor.
No me encuentro con él para presentarle hablarle de mí sino para
escucharle con atención.
Debo saber buscar el mejor momento de mi día para estar mano a mano
con él.
Debo saber que mi encuentro con el próximo es lo mejor que me puede
suceder a lo largo del día.
En la prisa de nuestras actividades nos resulta difícil poder estar mano a
mano con Jesús.
Necesario es, como Nicodemo, saber hacernos de un tiempo para
escucharle y conocerle un algo más.
Por ello es que, de miedo o vergüenza nada, de sentido común mucho, de
lección de vida muchísimo.
Padre Martín Ponce de León S.D.B