Nablu,s la historia de un nombre (III)
Padre Pedrojosé Ynaraja
Me parece ahora que no he dado cuenta del motivo del nombre de la población a la
que me he estado refiriendo. Me he referido muchas veces al primer asentamiento:
Siquem, al que volveré a referirme más tarde. También a Sebastiyeh, nombre
actual de la antigua Samaría-capital. Empecé refiriéndome al pozo de Jacob, lugar
del encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Añadiré ahora que,
geográficamente, el lugar se encuentra entre dos montañas: el Ebal al Norte y
Garizín al sur. Recibió el nombre de Flavia Neápolis, en honor del emperador Flavio
Vespasiano, de donde, con los siglos, evolucionando el lenguaje, ha llegado al
actual, Nablús (o Naplusa o Naplus, que de diversas maneras lo escriben). Esta
densa población pertenece a la Autoridad Palestina, pero, por diferentes razones
político-religiosas, uno encuentra siempre presencia del ejército israelí, por uno u
otro sitio. No únicamente custodiando la tumba del patriarca José, como ya conté
otro día.
EL NÚCLEO DE LA CIUDAD
Nos interesaba hasta hace unos años, visitar en el mismo núcleo de la ciudad, la
sinagoga samaritana y su peculiar Pentateuco. En su entorno, pero sin formar
barrio exclusivo, vivía la comunidad. Se dijo que el valioso documento, muy
meticulosamente estudiado y reproducido, había sido robado. Malas lenguas
afirman que fueron ellos mismos los que lo vendieron. Esta religión, escisión de la
judía, ha carecido secularmente de recursos económicos y son muy pedigüeños los
clérigos, eso lo saben todos los que entran en contacto con ellos. Visité el recinto y
contemple el manuscrito guardado en un estuche. Observé actos sacerdotales de
degüello ritual de pollos y contribuí con el donativo correspondiente.
LA MONTAÑA SANTA
He subido más de una vez a la cima de la montaña santa, considerada así desde
tiempos primitivos. Esta peculiar comunidad religiosa se cree poseedora del lugar
del sacrificio de Abraham y de otros singulares sitios bíblicos, como proclaman sus
letreros. En la misma cima se observan ruinas que posiblemente corresponderán a
un antiguo templo, el émulo del de Jerusalén, y de una edificación cristiana, de
planta octogonal como todas las primitivas. En lugar destacado están los hornos
donde se introducen los corderos sacrificados, siguiendo estrictamente las normas
del libro del Éxodo. En un plano inclinado está preparada una tribuna para que se
pueda situar la prensa y la Tv, detalle este que orgullosamente explican siempre.
He visto, y conservo copia, un reportaje muy bueno de este acto. Bueno sí, pero
desagradable a la vista. Visten los fieles túnicas blancas, que pronto se tiñen de
sangre. Adultos y menores se mueven entre las víctimas y sus despojos con
inmensa alegría. Los hornos verticales forrados de piedra, se calientan
previamente, después, sin romper ni un hueso y empalados, se meten los animales.
La cocción dura bastante tiempo, poco importa. Hay que cantar y bailotear, es
Pascua. Es otra cultura, otro mundo.
EL SUMO SACERDOTE
También respira uno una atmósfera espiritual diferente cuando tiene oportunidad
de visitar al Sumo Sacerdote. Vive ahora toda la comunidad samaritana
concentrada en la cima, formando una pequeña o corta avenida. Nos dice el clérigo
que son en aquel momento 667 miembros. La norma que hasta hace muy poco
siguieron de casarse únicamente entre ellos, ha llegado a diezmarlos, además de
que, su aspecto, a simple vista y sin que pretenda ser diagnóstico clínico, es,
generalmente de personas enfermizas. Habían llegado a tal situación que se han
abierto a las necesidades biológicas. Buena muestra de ello es que el segundo hijo
de este Sumo Sacerdote, según nos cuentan, estudió en Ginebra y, vía Internet,
conoció a su actual esposa, procedente de un país nórdico. Fue aceptada previa
conversión religiosa, evidentemente
La estancia de este “papa” samaritano, tiene el aspecto de una mansi￳n burguesa,
limpia y elegante. Nos recibieron amablemente. Cuando sonó el móvil de la nuera,
lo hizo con la melodía del “para elisa” de Beethoven. Se nos ofreci￳ el clásico té
árabe, preparado y servido por la joven. Se había añadido antes al encuentro la
esposa del Sumo sacerdote. Conversamos de generalidades, puras noticias, y de
historia y contenido teológico muy elemental. Le pedí que me recitara la shema y lo
hizo amablemente, pero he de confesar que no sé cómo se las arregló para que
fuese tan larga. La tengo grabada, pero nadie me la sabría traducir, ya que se
expresó en su idioma ritual. La lengua coloquial del grupo es el árabe, pero la
litúrgica se celebra en samaritano, que aparece también en lápidas e inscripciones.
El encuentro fue posible gracias a las buenas relaciones que mantiene Fra Rafael, el
franciscano amigo, con este personaje y con tanta otra gente, tal es su singular
temperamento y vocación. Difícilmente puede un latino en viaje de estudios,
conseguir un tal contacto. Las fotografías que espero acompañen el presente serán
suficientemente elocuentes. Necesariamente un tal encuentro lleva a un examen de
la propia Fe cristiana y lo que nos implica. Piensa uno en nuestra realidad
misionera, en la disposición a compartir la riqueza espiritual con los demás. Nada
de esto se respira allí. Vuelve uno al nosotros y observa que en nuestros
ambientes, también ahora disminuye, por mor del respeto, comprensión, valor
supremo de la propia conciencia, etc. Se vive con una comodidad espiritual que no
se gozaría si fuéramos consecuentes con el deseo del Se￱or “id por todo el mundo y
predicad el Evangelio”.
BAJAMOS AL LLANO
Abandono el tema e imagino que bajamos al llano. Mirando el horizonte por uno y
otro lado, pienso que en algún lugar de por aquí, Josué, reunida la comunidad en su
entorno, hizo comprender lo que suponía pertenecer al pueblo escogido.
En Siquem, la Divinidad que había escogido el Patriarca Abraham, se le manifestó
como Dios Personal, comunicable. Fue desde entonces Dios familiar. El pueblo aquí,
respondiendo a la requisitoria de Josué, lo aceptó como suyo. Él sería su Dios, ellos
su pueblo. La elección fue exigente, quiso dejar prueba de ello, para que le pudiera
ser reclamado, el sucesor de Moisés hincó una piedra de testimonio. Me gusta tanto
el episodio que lo copio a continuación para ahorrar su búsqueda.
(24,15ss) Pero, si no os parece bien servir a Yahveh, elegid hoy a quién habéis de
servir, o a los dioses a quienes servían vuestros padres más allá del Río, o a los
dioses de los amorreos en cuyo país habitáis ahora. Yo y mi familia serviremos a
Yahveh.»
El pueblo respondió: «Lejos de nosotros abandonar a Yahveh para servir a otros
dioses. Porque Yahveh nuestro Dios es el que nos hizo subir, a nosotros y a
nuestros padres, de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre, y el que delante
de nuestros ojos obró tan grandes señales y nos guardó por todo el camino que
recorrimos y en todos los pueblos por los que pasamos. Además Yahveh expulsó
delante de nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el
país. También nosotros serviremos a Yahveh, porque él es nuestro Dios.»
Entonces Josué dijo al pueblo: «No podréis servir a Yahveh, porque es un Dios
santo, es un Dios celoso, que no perdonará ni vuestras rebeldías ni vuestros
pecados. Si abandonáis a Yahveh para servir a los dioses del extranjero, él a su vez
traerá el mal sobre vosotros y acabará con vosotros, después de haberos hecho
tanto bien.»
El pueblo respondió a Josué: «No; nosotros serviremos a Yahveh.» Josué dijo al
pueblo: «Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido a
Yahveh para servirle.»
El pueblo respondió a Josué: «No; nosotros serviremos a Yahveh.» Josué dijo al
pueblo: «Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido a
Yahveh para servirle.» Respondieron ellos: «¡Testigos somos!» «Entonces, apartad
los dioses del extranjero que hay en medio de vosotros e inclinad vuestro corazón
hacia Yahveh, Dios de Israel.» El pueblo respondió a Josué: «A Yahveh nuestro Dios
serviremos y a sus voz atenderemos.»
Aquél día, Josué pactó una alianza para el pueblo; le impuso decretos y normas en
Siquem. Josué escribió estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Tomó luego una
gran piedra y la plantó allí, al pie de la encina que hay en el santuario de Yahveh.
Josué dijo al todo el pueblo: «Mirad, esta piedra será testigo contra nosotros, pues
ha oído todas las palabras que Yahveh ha hablado con nosotros; ella será testigo
contra vosotros para que no reneguéis de vuestro Dios.» Y Josué despidió al pueblo
cada uno a su heredad.