Su majestad magnánima: el olivo IV
Padre Pedrojosé Ynaraja
Comprendo que he dedicado demasiado espacio al olivo y al aceite. Estos artículos
no pretenden ser minúsculos ensayos, y tal vez en algún momento lo haya
olvidado, acabaré, pues, hoy con dos anotaciones referentes al Nuevo Testamento y
unos comentarios breves al final.
San Pablo en la Carta a los Romanos (11, 15ss) escoge a nuestro árbol como
imagen-símbolo de la Iglesia, de la incorporación a Ella y de la igual dignidad de
todos sus miembros. (Si ahora se discute de manipulaciones para modificar
genéticamente plantas de cultivo, en aquel tiempo ya se practicaban las aún
vigentes maniobras de injerto, para mejorar los frutos)
“Porque si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ﾿qué será su
readmisión sino una resurrección de entre los muertos? Y si las primicias son
santas, también la masa; y si la raíz es santa también las ramas. Que si algunas
ramas fueron desgajadas, mientras tú –olivo silvestre—fuiste injertado entre ellas,
hecho participe con ellas de la raíz y de la savia del olivo, no te engrías contra las
ramas. Y si te engríes, sábete que no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz que
te sostiene. Pero dirás: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado.
¡Muy bien! Por su incredulidad fueron desgajadas, mientras tú, por la fe te
mantienes. ¡No te engrías!; más bien, teme. Que si Dios no perdonó a las ramas
naturales, no sea que tampoco a ti te perdone. Así pues, considera la bondad y la
severidad”
Me limito, para no extenderme y acabar, a señalar el texto del Apocalipsis (11, 4ss)
en el que el olivo simbólico tiene su protagonismo: “Ellos son los dos olivos y los
dos candeleros que están en pie delante del Señor de la tierra. Si alguien
pretendiera hacerles mal, saldría fuego de su boca y devoraría a sus enemigos; si
alguien pretendería hacerles mal, así tendría que morir. Estos tienen poder de
cerrar el cielo para que no llueva los días en que profeticen; tienen también poder
sobre las aguas para convertirlas en sangre, y poder de herir la tierra con toda
clase de plagas, todas las veces que quieran.
Van ahora las casi anecdóticas alusiones a las que me refería antes. Ya comenté al
principio de tratar el tema que el aceite se utilizaba como condimento, también
como vehículo de ciertos perfumes, originariamente resinas sólidas, era medicina,
cubría la superficie de líquidos almacenados en ánforas, para disminuir su deterioro
por oxidación, alimentaba las lámparas domésticas y del Templo, amén de ser
ingrediente sagrado para unción de reyes, sacerdotes, profetas y lugares.
Generalmente le llamamos óleo cuando su utilización es para finalidades de orden
superior. A este respecto no quiero dejar de señalar el pasaje del Génesis que
describe al patriarca Jacob que huye, duerme, sueña y despierta y, asombrado,
reflexiona y dice: “ᄀAsí pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía! ᄏ Y
asustado dijo: « ¡Qué temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de
Dios y la puerta del cielo! » Levantóse Jacob de madrugada, y tomando la piedra
que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella”.
(28,17-18) (I Sam 10,1) Tomó Samuel el cuerno de aceite y lo derramó sobre la
cabeza de Saúl, y después le besó diciendo… (I Sam 16,13) Tomó Samuel el cuerno
de aceite y le ungió en medio de sus hermanos. Y a partir de entonces, David…
El aceite que se llevaba de viaje consigo siempre, para tenerlo a punto en diversas
circunstancias, iba guardado, o envasado, en un cuerno hueco, recipiente este de
suficiente capacidad para los menesteres señalados, resistente y sólido, a prueba
de golpes, y de cierre seguro.