UN COMPROMISO
Suena el teléfono.
Atiendo.
La voz conocida de la persona que llamaba me puso en alerta.
Algo debía suceder para que aquella persona me llamase.
A su lugar de trabajo, en diversas oportunidades fui, posee un grupo de
colaboradores que, como ella, siempre están dispuestos a brindar una mano.
“Tenemos aquí a (me dice un apellido que no entiendo). Está alucinando y reclama
por vos”
Inmediatamente identifiqué a quien se refería.
Muchas veces habíamos conversado sentados en algún cordón de la vereda.
Hacía pocos días habíamos estado charlando.
“Ya voy para allí”
Al pasar por el lugar que se me había indicado le veo.
Tirado sobre el pasto apoyaba su cabeza sobre un sucio bolso.
En el primer lugar libre estaciono el auto y voy a su encuentro.
Al verme su rostro enrojecido de tanto alcohol esboza una sonrisa y sus ojos se
alegran.
Como siempre, me saluda con un beso en la mejilla. “¿Qué hace por aquí?”
“Pasé, te vi y vine a saludarte” (No podía decirle que me habían llamado)
“Siéntese” Me se￱ala un peque￱o borde de material que hace de límite al cantero
donde estaba acostado. Él también se sienta.
Tirada a sus pies se encuentra una pequeña botella de refresco que supo contener
vino y ahora está vacía. Solamente queda un poquito que colorea el vientre de la
botella.
“Usted tiene mucha fe porque esto (se￱ala una pared) estaba llena de demonios y
ahora se fueron todos”
Me dijo de su intenci￳n de matarse ya que su vida era una m………..
Me pidió le preguntase algo sobre la biblia ya que él se la había “fumado” toda.
Así conversamos durante un rato.
Él saludaba a las personas que pasaban.
Un veterano se acercó a pedirnos diez pesos. Yo no tenía dinero y él no dudó en
buscar en su bolsillo. Sacó una moneda de cinco pesos y se la entregó. El hombre
no aceptó la moneda diciendo que necesitaba diez pesos. La prepotencia del
hombre me incomodó pero él, guardando la moneda, volvió a buscar hasta darle
una de diez.
Cuando el hombre se retir￳ manifest￳ “Este está peor que yo”
Una señora que pasaba se detuvo a observarnos. Él le hizo una seña para que
siguiera su camino “¿Qué m………..le importa que estemos hablando” manifest￳ una
vez que la señora se retiró.
Cuando habló de su falta de higiene me di cuenta de que una mezcla de extraños
olores surgía desde él.
Aceptó ser ayudado para ingresar en un lugar para su desintoxicación.
Quedé en llevarle tabaco, hojillas y un encendedor.
Quedó internado.
Al día siguiente le acerqué lo que había quedado en llevarle.
No lo busqué sino que él me buscó.
Así siempre son los caminos de Dios.
Sé que no puedo solucionar su vida pero algo debo hacer por él.
Sé que ya no podré pasar delante de él como muchas otras veces.
Debo darle una mano aunque ello me complique la vida.
Es lo que Jesús nos pide hagamos por Él cuando se cruza en nuestro camino.
Son￳ el teléfono y……un compromiso se instal￳ en mí.
Padre Martín Ponce de León SDB