CARMELO-2-
Padre Pedrojosé Ynaraja
El buen cristiano del que el un día hablé, salió del puerto de Barcelona el día 1 de
julio de 1887, llegó el 18 al Carmelo. Copio textualmente su relato: “A las siete y
media de la mañana salimos para el convento del Monte Carmelo montados en
borricos porque hay casi una hora, durante este trayecto se ve la pendiente del
monte plantada de algarrobos, a la falda de oliveras y al llano que es de una colonia
alemana y ha como media hora hasta llegar al mar se siembra todo de trigo y
sisam.
A las ocho y media llegamos al convento donde los Padres nos hicieron una acogida
amabilísima, este convento ha sido destruido y edificado ocho veces, la última vez
fue edificado en 1822 pero está tan bien cuidado que la iglesia parece nueva, el
convento parece más bien una fortaleza que un monasterio, las paredes exteriores
tienen seis palmos de espesor, en todo el convento no hay poca ni mucha madera
no más que las puertas, la Iglesia es redonda, el el Altar mayor está Ntra. Sra. Del
Carmen, en dicho altar se sube con unas cuantas escalas que hay a cada lado,
debajo de este altar está la cripta de San Elías que es el mismo lugar donde el
descansaba.
Esta tarde hemos ido a ver la fuente de San Elías, al lado de la fuente hay una
balsa…
Evidentemente el Sr Massana, solo me consta su apellido, está refiriéndose a la
parte opuesta de la sierra, respecto a la que me refería la semana pasada y a la
que volveré a referirme más tarde. Llegar a este lugar, el que se encarama sobre la
ciudad de Haifa, resulta difícil. Toda la falda está repleta de edificios grandes y
pequeños. Destaca el sepulcro del fundador de la fe Bahai, bajo una elevada cúpula
de color marrón, la única que en mi vida he visto de este color, rodeado todo ello
de los famosos jardines persas, que a mí no me entusiasman, dicho sea de paso,
pese a la fama que le dan las diversas guías que he consultado. Tal vez en lo que
me fijo es en el remate de los pilares que van jalonando la finca y que, de acuerdo
con el origen del fundador, el país llamado antiguamente Persia y hoy en día Irán,
que son las águilas emblemáticas. Hoteles y grandes construcciones que albergan
instituciones de investigación, completan el conjunto
He de confesar que si conduzco yo, me cuesta llegar al convento, entre otras
razones, porque si uno pregunta por el Carmelo y quien te escucha sabe
responderte, te envía a las Carmelitas Descalzas donde estas sí que te informan
bien y te dicen que el lugar que buscas se llama “Stella Maris”. El nombre es muy
acertado, pues al ser la advocación de Santa María de esta montaña, patrona de la
gente del mar, llamarla “Estrella de la ma￱ana” la que orienta al marinero, Nuestra
Señora, es el que mejor corresponde. Les orienta a ellos y a nosotros.
Reconozco que la vista sobre el puerto, recorriendo con la mirada toda la costa, al
norte hasta el Líbano y al sur hasta Cesaréa, es preciosa. Siempre veo parejas de
recién casados con su correspondiente fotógrafo, que allí van a retratarse. El
monumento a los soldados abandonados y muertos, completan la plaza donde
aparcan los buses. Tal vez otro día añada algo más a la corta descripción de este
lugar que no me place demasiado. Es uno de tantos otros, muy frecuentes en la
tierra donde vivo, a los que la gente acude, llamando peregrinación, a lo que en
realidad es simple turismo religioso (quien lea entienda).
Vuelvo a la parte oriental, que el turismo no frecuenta.
Decía que el protagonista de Muhraka, el gran profeta Elías, el que blandía espada
para mal de los profetas de Baal, el furioso defensor del Dios de Israel, que con la
ayuda armada del pueblo fiel, tiñó de rojo las aguas del rio, tanta fue la
escabechina que se hizo a los sacerdotes del dios del norte. Acabó ciertamente bien
la batalla, pero Elías quedó solo ante el peligro. El peligro procedía de la ira de
Jezabel, la reina extranjera que le perseguía. No tuvo otro remedio que irse al
desierto. Llegó un momento en que sus fuerzas decayeron. No podía con su pena y
miedo. “Si tropiezas el triunfo, si llega tu derrota y a los dos impostores tratas de
igual forma…” le hubiera aconsejado el Kipling del “If…” Pero faltaba muchos siglos
para que el Nobel indio naciera. Mucho mejor que eso, se puso en manos de Yahvé.
El pasaje bíblico es sublime. No me canso de recordarlo. Su momento de depresión
y lo que siguió. Algo de ello, en tono muy menor, he experimentado en bastantes
ocasiones yo, y es un consuelo y acicate retenerlo.
Conozco bastante bien el paisaje de este desierto donde pocos arbustos crecen.
También la plataforma que a 30 minutos antes de llegar al Gbel Musa (Sinaí) dice la
tradición que fue donde el profeta se refugió, por indicación del ángel. Me
impresiona y encanta. Lo copio textualmente. El lector lo encontrará completo en el
capítulo 19 del I libro de los Reyes:
“Él camin￳ por el desierto una jornada de camino, y fue a sentarse bajo una
retama. Se deseó la muerte y dijo: « ¡Basta ya, Yahveh! ¡Toma mi vida, porque no
soy mejor que mis padres! ». Se acostó y se durmió bajo una retama, pero un
ángel le tocó y le dijo: « Levántate y come. » Miró y vio a su cabecera una torta
cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a
acostar. Volvió segunda vez el ángel de Yahveh, le tocó y le dijo: « Levántate y
come, porque el camino es demasiado largo para ti. » Se levantó, comió y bebió, y
con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el
monte de Dios, el Horeb. Allí entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue
dirigida la palabra de Yahveh, que le dijo: « ¿Qué haces aquí Elías? ». El dijo: «
Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot, porque los israelitas han abandonado tu
alianza, han derribado tus altares y han pasado a espada a tus profetas; quedo yo
solo y buscan mi vida para quitármela. » Le dijo: « Sal y ponte en el monte ante
Yahveh. » Y he aquí que Yahveh pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía
las montañas y quebrantaba las rocas ante Yahveh; pero no estaba Yahveh en el
huracán. Después del huracán, un temblor de tierra; pero no estaba Yahveh en el
temblor. Después del temblor, fuego, pero no estaba Yahveh en el fuego. Después
del fuego, el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el
manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz que le dijo:
« ¿Qué haces aquí, Elías? » El respondió: « Ardo en celo por Yahveh, Dios Sebaot,
porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y han
pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela. »
Yahveh le dijo: « Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de Damasco….
Las ilustraciones se refieren nuevamente al espacio occidental de la sierra del
Carmelo, la que Jesús y Santa María conocerían. Desde este punto se divisa en la
lejanía la ciudad de Nazaret. Otra es de un relieve del interior de la iglesia
carmelitana que representa al buen Elías deprimido, momento del Santo que tantas
veces recuerdo y al que pido ayuda. Finalmente la fotografía de una imagen que
requiere justificación. Cuando mis padres se casaron, 1922, lo primero que
adquirieron, después de los imprescindibles muebles y enseres, fue la figura de
Santa María bajo esta advocación. Alrededor de ella se ha tejido la oración familiar,
súplica, agradecimiento y veneración. El escapulario que pende de la mano lo
adquirí en “Stella Maris”, sea esta otra raz￳n que justifique.
No quiero dejar de mencionar a Fra Rafael Dorado. Lo conozco desde hace muchos
años, pronto va a cumplir los 90. Me ha facilitado mucho con su cortesía y talento,
el conocimiento de estas tierras y, lo que todavía es mejor, el poderme relacionar
con notables personas. Dejo para la próxima semana el relato de la visita que,
gracias al buen franciscano, nos puso en contacto con el Sumo sacerdote
samaritano del que, como adelanto, facilito un retrato hoy. Aparece el fraile en una
conmigo, en el templo al que me he referido antes, en la otra con el “gran jefe” de
los samaritanos, en su mansión de la cima del Garizín (continuaré)