LA ZARZA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Se ha puesto de moda, de oportuna actualidad, hablar del equilibrio ecológico. No
hablo de la encíclica reciente ya que no la he leído con detenimiento. No ha sido
para mí ninguna novedad el tema, gocé durante bastantes años, de la amistad del
Dr. Ramón Margalef, el más eminente biólogo, limnólogo e hidrobiólogo de la
actualidad. Como sabio y como cristiano, se reía él de muchos sabiondos
publicadores. Sin menospreciar él a quien, como yo mismo, era casi lego en la
materia, pero, eso sí, amador de la naturaleza. Me hubiera hoy gustado poder
gozar de su compañía, para que me ilustrara sobre el valor de las zarzas.
Estoy seguro de que me hubiera hablado con acierto, pasión y claridad, como lo
hizo un día que, acompañado por su esposa, también bióloga, recorrimos un llano
que había suscitado sus inquietudes juveniles. Su interés lo había puesto en el
estudio de unos minúsculos líquenes hospedados en sus rocas. Lo recordaba
nostálgico, cuando ya su enfermedad le atenazaba y él sabía que no le iba a
abandonar. Admirado yo de su serenidad, se lo decía: tiene que ser muy duro para
ti haber dedicado tus pasiones y deberes profesionales a la vida, a la de tu familia y
a la de las especies, y ahora verte próximo a la muerte. Me evangelizaba él, laico
científico, a mí, sacerdote aprendiz de tantas cosas, tratando de explicarme su
visión de la existencia, de los deberes a los que se sentía comprometido y como
imaginaba la resurrección personal. Nunca olvidaré aquellas lecciones. Decir que si
ahora estuviera a mi lado no le preguntaría para qué sirven las zarzas en el
equilibrio de la vida, es evidente. Tampoco necesario.
La visión que ofrece la Biblia de este espécimen, de las 26 veces que el vocablo es
mencionado en la sagrada Escritura, excepto las referidas a la del desierto, todas
las demás, son negativas. Me detengo un momento comentando el privilegiado
arbusto del Sinaí. Cuando uno se desplaza por aquella península y la arena e
imponentes montañas impregnan su ser, se pregunta de cuando en cuando ¿qué
zarza sería, la que llamó la atención de Moisés? Al viajero se le ofrecen algunas
hipotéticas posibilidades. La primera, evidentemente, es el arbusto que se alberga
en la capilla dedicada en la misma basílica de la fortaleza de Santa Catalina. La ve u
observa con dificultad. La comunidad monástica la considera demasiado sagrada
para permitir que se la robe cualquier viajero, ni siquiera una ramita. Fue suficiente
la “intervenci￳n” de Tischendorf, que nunca olvidarán, para estar escarmentados y
desconfiar de todos. En otro lugar se muestra, o se mostraba, un ejemplar de
crataegus, que no merece ninguna confianza. Por otra parte, existen multitud de
comentarios e interpretaciones del pasaje, como para que uno se entretenga en
buscar algo que pueda corresponder al pasaje del Éxodo. Lo curioso del caso es que
estos son más difíciles de aceptar que la interpretación más obvia. Pasa esto
muchas veces.
Ya he dicho que los textos sagrados menoscaban a la zarza. Creo que entre
nosotros nadie la aprecia, excepto en algún caso. Estoy pensando en la mora, más
bien la zarzamora, y en la frambuesa. La fruta de ambas es comestible, zarzas
silvestres las dos en la Península, cultivas, especialmente la segunda, para su
consumo directo o la elaboración de mermelada, generalmente fuera del país. Me
parece que son las dos únicas excepciones. Quien desee leer con detenimiento el
pasaje de la zarza que quemaba sin consumirse y que atrajo la atención de Moisés,
lo encontrará en Éxodo 3, 1.
Sin que reciba ni elogio ni condena, en el pasaje que describe el posible sacrificio de
Isaac por parte de su padre Abraham, dice que el Patriarca, después de obedecer a
Dios y no matar a su hijo: miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los
cuernos. “Fue Abraham, tom￳ el carnero, y lo sacrific￳ en holocausto” (Ge 22,13).
Por lo menos, esta fue útil en la ocasión. Algo es algo.
De los profetas, no recibe la zarza ningún elogio. Pongo a continuación algunos
textos. Isaías 5,55. “Ahora, pues, voy a haceros saber, lo que hago yo a mi vi￱a:
quitar su seto, y será quemada; desportillar su cerca, y será pisoteada. Haré de ella
un erial que ni se pode ni se escarde. Crecerá la zarza y el espino…” Isaías 7,23
“Aquel día, cualquier lugar donde antes hubo mil cepas por valor de mil piezas de
plata, será de la zarza y el abrojo…. y en ninguno de los montes que se desbrozan
con la azada se podrá entrar por temor de las zarzas y abrojos; será dehesa de
bueyes y pastizal de ovejas” Isaías 9,17 “Porque ha ardido como fuego la maldad,
zarza y espino devora, y va a prender en las espesuras del bosque: ya se estiran en
columna de humo”. En otros textos, ídem de lienzo. Eclesiastés 7,6 6. “Porque
como crepitar de zarzas bajo la olla, así es el reír del necio: y también esto es
vanidad”.
Salmo 118,8 ss. “Mejor es refugiarse en Yahveh que confiar en hombre; mejor es
refugiarse en Yahveh que confiar en magnates. Me rodeaban todos los gentiles: en
el nombre de Yahveh los cercené; me rodeaban, me asediaban: en el nombre de
Yahveh los cercené. Me rodeaban como avispas, llameaban como fuego de zarzas:
en el nombre de Yahveh los cercené”.
El texto más chusco es el correspondiente a Jueces 9, 10 ss. Lo copio entero. “Los
árboles dijeron a la higuera: "Ven tú, reina sobre nosotros." Les respondió la
higuera: "¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a vagar por
encima de los árboles? Los árboles dijeron a la vid: "Ven tú, reina sobre nosotros."
Les respondió la vid: "¿Voy a renunciar a mi mosto, el que alegra a los dioses y a
los hombres, para ir a vagar por encima de los árboles?" Todos los árboles dijeron a
la zarza: "Ven tú, reina sobre nosotros." La zarza respondió a los árboles: "Si con
sinceridad venís a ungirme a mí para reinar sobre vosotros, llegad y cobijaos a mi
sombra. Y si no es así, brote fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano."
En el Nuevo Testamento, en el evangelio concretamente, el mismo Jesús se refiere
a la zarza sin concederle ningún aprecio Lucas 6,4 “Cada árbol se conoce por su
fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas”. Pienso
que este desagradable y agresivo arbusto, no merecía tanto comentario como le he
dedicado. Espero que no se me reproche.