La atrocidad del número
Los números pueden resultar monstruosos. En este caso la unidad: el uno. Una sola
persona, liberal, acaso retorcida, oronda en su sitial del tribunal que adquirió de
dedo y consecuentemente representativa del que la ha nombrado y de más nadie,
ha hecho historia triste. Una sola persona ha pronunciado el sí: legitimemos esa
porquería, pasando por encima de los mismísimos y ya empolvados padres
fundadores para quienes fue impensable que sucediese, de legiones de héroes
caídos, de mártires de lo puro y sagrado. Una sola persona ha cambiado el curso de
una nación, le ha destrozado su femineidad y su hombría, la delicadeza y virilidad
de su alma, irguiendo --sumiendo sería el vocablo-- lo antinatural en soberano.
Pobres Estados cada vez más zarandeados, más divididos, idiotizados, que es decir
más federalizados.
Cuatro jueces a favor, cuatro en contra. ¡El noveno decide! ¡Decide uno! ¡Uno por
todos! Es uno solo, entre millones, quien dictamina y lanza a todo un pueblo hacia
un mañana abominable, asentando la institucionalidad de lo sucio y lo bajo.
Atrocidad que al uno le llamen mayoría.
Impera uno porque impera lo numérico. Cuántos ?..., y cuentan. Defenestrada la
moral, la trascendencia, igualada toda existencia, a ras la jerarquía, se impone la
masa informe, la plebe, los que gritan y amenazan, los que blasfeman; la mole
contrahecha, desenfrenada. ¿Qué dicen las encuestas ? ¿Qué opina el público”? y lo
publico. ¿Hacia dónde enrumba el dios-voto? Enrumbémoslo… que puede ser
manipulado: comprado el derelicto humano, se tacha la idéntica boleta del hombre
probo: del padre de la absurda familia, recto y honrado.
Antes de sucumbir ante el número, lo habíamos hecho a la incultura. Éste no es
aquél hombre. Éste lo ha transformado una prensa unitariamente liberal (de nuevo
la superioridad del número que ahoga noblezas), ha domeñado, deformado,
dictado, ajustado, con total desprecio a la verdad: piensa así, escucha atento: yo
soy la escuela, yo soy la encuesta, yo soy la moda; se te ocurrió a ti, al pueblo, yo
sólo lo repito, yo soy tu eco. Realmente es lo que tú piensas como masa, que son
todos los tú, el pueblo liberado: acéptalo, acéptate, no desentones o
quedas ridiculizado, excluido, apartado.
No es novedad: “Ustedes son de su padre el diablo, y quieren cumplir los deseos de
su padre. Él ha sido homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad
porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es
mentiroso, y padre de mentira.” Lo dijo en los ayeres de incontables años…; si nos
lo tenemos bien callado es porque tampoco nosotros queremos ser ridículos,
retrógrados, dinosaurios: que no existe el tal diablo; al menos, no singularizado: se
ha hecho todo en todos, se ha vuelto número, se ha socializado.
Jorge Arrastia.