San Francisco y el lobo
Cuidar nuestra casa (4)
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Alguien que fue un ejemplo por excelencia del cuidado de lo
que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y
autenticidad, fue San Francisco de Asís. Así lo recuerda el Papa,
quien lo tomó como ejemplo de vida y de quien tomó su nombre
para ser el primer Papa llamado Francisco.
El Papa, en su reciente Encíclica, nos recuerda que este santo
manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia
los más pobres y abandonados. En él se advierte que son
inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los
pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior. Si uno se
desentiende de los necesitados, puede llevar una vida cómoda, pero
en el fondo, pierde su paz interior, sintiéndose insatisfecho.
2) Para pensar
El poeta Rubén Darío (1867-1916) ejemplificó la actitud de
San Francisco con la naturaleza en un poema llamado “Los motivos
del Lobo”. Está basado en un hecho de la vida del santo, donde nos
presenta al santo pidiéndole cuentas de su violento comportamiento
al lobo. En el poema el lobo le hace ver que el hombre mismo es
más violento, porque si él mata es para comer, en cambio el
hombre, muchas veces, es por puro gusto. Además descubre el mal
que el hombre cometía con injusticias, lujuria y mentiras.
Una lección del poema es que si el hombre no trata a la
naturaleza con justicia, entonces la naturaleza se vuelve contra el
mismo hombre.
San Francisco amaba y era amado por su alegría, su entrega
generosa, su corazón universal. Vivía en una maravillosa armonía
con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. ¿Vivimos
esas cuatro armonías?
3) Para vivir
¿Por qué amaba San Francisco toda la creación? Porque ha
salido de las manos de Dios y por más despreciables que
parecieran, les daba el dulce nombre de hermanas.
Dice el Papa que en San Francisco sucede como cuando nos
enamoramos de una persona: cuando miraba el sol, la luna o los
más pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su
alabanza a las demás criaturas. Hasta predicaba a las flores
«invitándolas a alabar al Señor, como si gozaran del don de la
razón». Se alegraba porque veía a Dios en todo lo que le rodeaba.
En la base de toda ecología se ha de reconocer que son
criaturas de Dios y maravillarnos de ella. Si no hablamos el lenguaje
de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo,
nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del
mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus
intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente
unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de
modo espontáneo.
San Francisco, nos invita a reconocer la naturaleza como un
espléndido libro en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su
hermosura y de su bondad: «A través de la grandeza y de la belleza
de las criaturas, se conoce por analogía al Autor» (Sb 13,5).
El Papa Francisco va más allá de una solución técnica que
pudiera ayudar a disminuir el mal causado, pero no acabaría con
futuros desastres. Nos convoca a un cambio de actitud, a una
educación, que fomente en la persona una actitud de respeto por la
creación de Dios.
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