DISCONFORME
Cuando uno escucha hablar a aquella persona no puede menos que sentirse
anonadado ante su disconformidad.
Siempre está colmado de cuestionamientos.
Nada de lo que se hace le conforma totalmente.
Nada de lo que se deja de hacer le satisface plenamente.
Todo lo que se hace le deja, según sus manifestaciones, con gusto a
disconformidad.
Ante esa postura uno no espera otra cosa que propuestas colmadas de
innovaciones.
La realidad solamente se modifica con propuestas nuevas.
Los cambios son, únicamente posibles, cuando se posee la audacia de la novedad.
Pero, hete aquí, que esta persona no es afecta a los cambios.
Constantemente sostiene que la gente o no está preparada o no está acostumbrada
a los cambios.
Es, entonces, que uno no puede no desacomodarse ante su inconformismo y su
resistencia a las innovaciones.
¿Cómo podemos revertir la situación sin modificarla?
Se le escucha y uno llega a la certeza de que todo debe cambiar, y ello está bueno,
se le escucha un algo más y nada resiste un cambio.
¿Qué es lo que está mal?
¿Su disconformidad? ¿Su resistencia a los cambios?
Creo que su resistencia a los cambios es propia de su realidad.
Creo que su disconformidad no es otra cosa que una manifestación.
En oportunidades el ser humano no hace otra cosa que trasladar a los demás lo que
es su realidad.
La disconformidad puede ser, en algunos casos, una expresión de la disconformidad
que posee para con él mismo.
No es que sea un disconforme sino que así se encuentra y traslada tal cosa a todo
lo que le rodea.
Lo que le toca vivir le deja un sabor a poco y ello hace que esté desconforme pero
como no va a reconocer tal cosa lo hace manifiesto en su disconformidad para con
lo que hacen los demás.
Quizás, algún día, las posturas de esa persona no me anonaden puesto que habré
asumido que las posturas auténticas son aquellas que van acompañadas de atisbos
de coherencia.
La disconformidad verdadera es la que va acompañada de esos pequeños gestos
que dicen de intentos por revertir la situación.
No alcanzan con las palabras.
Las mismas pueden ser muy rimbombantes pero cuando carecen de atisbos de
coherencia solamente resultan frases vacías.
Por más que en su contenido puedan ser grandes verdades o incisivas denuncias si
quien las pronuncia no muestra brotes de coherencia las mismas carecen de
sentido.
En nuestra vida deben estar, en primer lugar, nuestros gestos y luego las palabras.
Cuando las palabras van acompañadas de vacío o de nada las mismas pierden su
contenido.
Son, únicamente, voces que se lleva el viento.
Desde su concepción o desde su contenido nos pueden anonadar pero el
anonadamiento se diluye cuando descubrimos que las mismas carecen del respaldo
de una vida que avala tales palabras.
Para revertir situaciones de la realidad, en oportunidades, no se necesitan
deslumbrantes disquisiciones sino manos que se comprometan.
Algunas personas deberían comenzar a practicar aquello de Gandhi: “No tengo
mensajes para daros, solamente el ejemplo de mi vida”
Padre Martín Ponce de León SDB