NO SÉ REZAR.
Debo reconocer que no sé rezar.
Si rezar fuese, únicamente, decir fórmulas no habría problema.
Si rezar fuese, únicamente, leer algunos textos no tendría ninguna dificultad.
Si rezar se limitase a decirte cosas no existiría ningún inconveniente.
Pero rezar es, también, escucharte y responderte y es, allí, donde descubro que no
sé rezar.
No sé cuál de las dos cosas me resulta más compleja por más que sé que ambas
están íntimamente unidas.
Tan unidas que una sin otra, parecería, carecen de pleno sentido.
Siempre, escucharte es actuar.
Constantemente actuar es nuestra forma de responderte.
No se vive una religión de teorías o de sentimientos.
Estamos llamados a vivir una religión que es postura ante la vida.
Así lo vivió Jesús. Así nos lo pide Cristo.
La religión que vivo no se expresa, únicamente, por las eucaristías que celebro
sino, fundamentalmente, por todo lo que hago a lo largo del día.
Es, allí, donde descubro que no sé rezar.
A lo largo del día muchas cosas las hago, simplemente, porque debo hacerlas.
Reiteradamente he dicho que, tal vez por modalidad, soy el encargado de
mantenimiento y el sereno de la casa.
Muchas de las cosas que debo hacer no son otra cosa que un deber y no logro
saber hacerlas oración porque no sé escucharte en ellas.
Quizás, muchísimas veces, me has sentido decir, antes de alguna tarea: “Se￱or,
por.........”.
Muy pocas veces me sentirás decirte: “Se￱or, para...........”.
Tú, solamente tú, sabes por qué cada uno debe vivir determinadas situaciones.
No soy quien para pedirte que modifiques las realidades de los demás y, mucho
menos, las mías. Por ello, muy difícilmente pongo el “para” en mis actividades.
Tú, solamente tú, sabes lo que, realmente, necesita tal o cual persona por ello la
mayoría de las veces te digo “por”.
Con esto, pensaba, logro hacer oración todo lo que hago pero me doy cuenta que
no te escucho.
¿Qué es lo que me estás pidiendo?.
Con mi actuar te estoy diciendo que, aunque suene un poco fuerte, no me importa
saber lo que me estás pidiendo.
Actúo como si fuese un dependiente de un almacén que entrega arroz sin
preocuparse por escuchar lo que se le solicita.
No me interesa escuchar lo que se me pide. Es mucho menos complejo.
De la mejor manera posible doy lo que se me antoja.
Sé que tú lo tomas, lo recibes, pero.......... tal vez............. no era eso lo que
pretendías.
Hay toda una parte de compromiso vital que hace a la esencia de tu solicitud que
yo no incluyo en mi respuesta.
Sin duda que todo lo del día está cargado, de tu parte, de alguna razón y yo,
tranquilamente, me la salteo o no le presto atención.
¿Para qué quieres que haga tal cosa?.
¿Qué es lo que me estás pidiendo con esto que debo hacer?.
Deberían ser preguntas constantes.
Deberían ser motores de mi actuar.
De actuar así estaría cumpliendo, acabadamente, aquello de que “todo es oraci￳n”.
Quizás esto es muy complejo y debería limitarme a cumplir con muchas fórmulas
pero.........
Bien sabes que mi búsqueda va en este sentido desde hace muchísimo tiempo.
Refugiarme en fórmulas sería traicionar un camino de búsqueda que, por difícil,
dejo para limitarme a realidades más simples de cumplir.
Sé que no puedo, ni debo, hacer tal cosa.
Sé que no estoy hecho para estar “encerrado en un templo” aunque deba respetar
a quienes poseen esa forma de relacionarse contigo.
Sé que estoy llamado a ser “contemplativo en la acci￳n”.
Por ello es que, debo reconocerlo, no sé rezar.
Solamente me limito a gritarte, con todas mis fuerzas, que deseo saber escucharte
aunque ello “me complique la vida”.
Padre Martín Ponce de León SDB