La especie humana y sus responsabilidades
P. Fernando Pascual
13-8-2015
La especie humana apareció como algo misterioso y “anómalo” en el camino de la vida terrestre.
No sólo por las características de esa especie, sino por el impacto que empezó a dejar en todo el
planeta Tierra.
Por eso numerosas voces exigen al ser humano que asuma sus responsabilidades y que se
comprometa a cambiar aquellos comportamientos que amenazan a otras formas de vida y que
destruyen el ambiente. Al mismo tiempo, piden que promueva todo aquello que proteja aquellos
territorios dotados de una mayor biodiversidad.
¿Por qué se le exige esto al ser humano y no a otros seres vivos? Las respuestas pueden ser
diferentes. Muchos dirán que el hombre es libre, mientras los demás seres vivos no lo son. Otros
añadirán que sólo el hombre ha generado tal cúmulo de daños que resulta urgente reparar lo que
ha causado.
Además de estos puntos, hay que reflexionar, con datos serios y desde estudios científicamente
bien llevados, sobre las posibles estrategias a seguir. Pero no resulta fácil llegar a conclusiones
condivisibles por todos, ni encontrar modos concretos y justos para exigir su aplicación.
La encíclica “Laudato si’” del Papa Francisco busca precisamente reflexionar sobre algunos de
estos aspectos, junto a otros hombres y mujeres que desde hace años o más recientemente lanzan
una voz de alerta para intervenir a favor de un planeta saturado de problemas.
En estos temas es necesario discutir con seriedad y apertura de mente sobre los diversos estudios
y análisis que se están elaborando. En el ámbito científico las teorías pueden diversificarse
mucho, o con el pasar del tiempo ser superadas con nuevos descubrimientos.
Lo que no puede discutirse es que hay algo especial en el hombre que exige una responsabilidad
inigualable. Esa responsabilidad le interpela en sus relaciones con los demás seres humanos, con
otras formas de vida y con el ambiente. Y le exige respuestas concretas frente a los problemas de
nuestro tiempo, con la mirada puesta en lo que merecen las futuras generaciones y en lo que
Dios desea de cada uno de nosotros en el mundo presente y en la vida eterna.