Voz del Papa
Cuidar nuestra casa (9)
José Martínez Colín
1) Para saber
No siempre ha sido fácil para el hombre saber conciliar dos
aspectos que se le presentan y que en ocasiones ha provocado
conflicto, tanto intelectual, como en la propia vida: la dimensión
espiritual y la material.
Algunos piensan que el cristianismo rechaza lo material, al
creer en un Dios invisible y un Cielo fuera de este mundo, pero es
errónea esa creencia. Al contrario, se puede afirmar que el
cristianismo es el que le ha dado a lo material una dignidad como
nadie lo ha hecho jamás.
2) Para pensar
El problema quedó plasmado en una de las pinturas más
famosas y hermosas del siglo XVI: el fresco pintado por Rafael en
las estancias vaticanas llamada “La Escuela de Atenas”. En ella se
representa a personajes famosos interactuando entre sí, sobre todo
a filósofos griegos. En el centro aparecen los dos filósofos más
importantes de la antigüedad caminando y dialogando juntos, uno
anciano y el otro joven: se corresponden con Platón y Aristóteles
respectivamente.
Rafael, el pintor, quiso darle un homenaje a Leonardo da Vinci
al representarlo como el hombre anciano, Platón. En esta figura
aparece señalando con el índice hacia el cielo, mientras que
Aristóteles, en un gesto contrapuesto, señala con su mano derecha
hacia abajo. Rafael quiso indicar lo más característico de su
pensamiento.
Platón, al señalar hacia arriba, está sosteniendo que la
verdadera realidad la encontramos en las cosas del espíritu, en otro
lugar fuera de las cosas terrenales, que son caducas, temporales y
perecederas. Aristóteles, a su vez, con su filosofía supo darle un
fundamento a la realidad material.
Esta distinción ha dado lugar a tomar distintas posturas, en
ocasiones radicalizadas: Unos, por darle sólo importancia a lo
espiritual desprecian la materia. Otros, en cambio, niegan el espíritu
y optan por la pura materia, cayendo en un materialismo. Este
problema de saber armonizar ambos aspectos, unidas en la persona
humana, se consiguió con el cristianismo.
3) Para vivir
Con el cristianismo, los pensadores tuvieron la luz para saber
armonizar la dimensión espiritual y la material. Su culmen lo
encontramos en el filósofo y teólogo Santo Tomás de Aquino, quien
supo darle a cada ámbito su verdadera importancia.
El Papa Francisco lo recuerda: “Para la experiencia cristiana,
todas las criaturas del universo material encuentran su verdadero
sentido en el Verbo encarnado, porque el Hijo de Dios ha
incorporado en su persona parte del universo material, donde ha
introducido un germen de transformación definitiva”. Jesucristo, que
asumió un verdadero cuerpo, dignificó la materia.
En su Encíclica sobre la ecología, el Papa recuerda un texto de
San Juan Pablo II: «el Cristianismo no rechaza la materia, la
corporeidad; al contrario, la valoriza plenamente en el acto litúrgico,
en el que el cuerpo humano muestra su naturaleza íntima de templo
del Espíritu y llega a unirse al Señor Jesús, hecho también él cuerpo
para la salvación del mundo».
En particular, en la Eucaristía, Dios se queda en un pedazo de
pan, para que podamos unirnos a Él. Y así, con la misma certeza
con que palpamos la materia, con esa seguridad recibimos a Dios.
José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra)
( articulosdog@gmail.com )