FUTURO ASEGURADO
El 5 de junio de 1841, a la edad de 26 años, Juan Bosco es ordenado
sacerdote.
El ejercicio sacerdotal no era sinónimo de una buena vida a no ser que se
tuviese un buen lugar de trabajo.
Los sacerdotes de las poblaciones rurales vivían entre penurias y
dificultades económicas.
Los sacerdotes de los barrios de las afueras de la ciudad también padecían
la lucha por la sobrevivencia.
Juan Bosco recibe una oferta de trabajo sacerdotal que le aseguraría su
futuro.
En un instituto de enseñanza privado le ofrecieron el poder desarrollar su
actividad sacerdotal.
A las jóvenes pupilas se les debía rezar la misa diaria, atender en las
confesiones y enseñarles catecismo.
Era una de esas ofertas que muy pocos rechazarían.
No había que andar ocupándose de las dificultades económicas ni se debía
andar buscando tareas.
Pero Juan Bosco tenía otra idea sobre su sacerdocio.
Rechazó aquel futuro asegurado y comenzó una actividad plena de
dificultades y horizontes nuevos.
No hacía mucho, acompañando a otro sacerdote, había visitado la cárcel de
Turín y había quedado impactado ante la cantidad de jovencitos que allí se
encontraban hacinados.
Poco tiempo después, y antes de celebrar la misa debe asistir a un pequeño
conflicto.
Un jovencito había llegado hasta la sacristía del templo.
El sacristán le quiere obligar a que haga de monaguillo en la misa que está
por celebrarse.
Ante la negativa del chico el sacristán comienza a agredirlo para que
revierta su posición.
Juan Bosco irrumpe en la sacristía y detiene aquella situación y comienza a
hablar con el chico.
Le pregunta su nombre y sobre sus conocimientos cristianos. El chico, con
cierto miedo, brinda su nombre y manifiesta su desconocer todo sobre el
cristianismo.
Juan Bosco le pregunta si “sabe silbar” y si desea aprender a hacerlo. Era
un 8 de diciembre y María conduce sus pasos.
Así comienza su actividad sacerdotal conforme sus sueños.
Poco a poco se fue viendo rodeado de niños y jóvenes que andaban
recorriendo diversos lugares de la ciudad.
Jugaban, compartían unos momentos de conversación y volvían a los
juegos.
El grupo fue en creciente aumento y ello hizo que debiesen buscar diversos
lugares donde no incomodasen y donde no destrozasen lo que había en su
entorno.
No era lo propio de un sacerdote andar en esos menesteres.
Las puertas de diversos lugares se les cerraron y concluyeron en un gran
espacio baldío.
Si todo hubiese sido encuentros para la oración varias puertas se abrirían
pero él y aquellos niños y jóvenes se reunían para rezar y silbar.
Decían que estaba loco.
Decían que no era propia de un sacerdote aquella manera de actuar.
Decían y él más se convencía de estar en lo que era su respuesta a Dios.
Risas, gritos, cantos y juegos. Una manera original de aprender a silbar.
Una manera particular de silbar el entonar el mejor canto a Jesús y a María.
Formando honrados ciudadanos y buenos cristianos.
Don Bosco se aseguraba un futuro de entrega, trabajo, dedicación y
complicaciones pero, también, un futuro feliz.
Nada es posible asegure un futuro feliz que el ser coherente con uno
mismo.
Rechazó un futuro tranquilo para asegurarse un futuro pleno de Dios y de
realización.
Padre Martín Ponce de León