¿Hay obligación de saber esto?
P. Fernando Pascual
22-8-2015
Habrá ocurrido más de una vez: una persona nos pregunta si sabemos quién es tal personaje.
Respondemos con un humilde “no”. La otra persona se muestra sorprendida, casi indignada: “¿de
verdad, no sabes quién es X?”
Para esa persona, existiría obligación de conocer algo. Ese “algo” puede referirse al mundo del deporte,
o de la política, o de la literatura, o de la música, o del cine, o de la medicina, o de tantos y tantos
ámbitos del saber.
Ante este tipo de situaciones surge la pregunta: ¿existe la obligación de conocer esto? Hablar de
obligaciones y deberes nos coloca en un contexto ético y, en muchas ocasiones, en un cierto modo de
concebir la sociedad.
Se alude a la ética, porque si hay obligación de saber algo, no saberlo implicaría una falta. Sólo que no
resulta fácil explicar por qué sería una falta (o un pecado, en un contexto religioso) no saber quién es
Messi, o quién fue Mozart, o quién fue Walt Disney, o cómo diferenciar un tipo de vino de otro.
Se alude a un modo de entender la sociedad cuando se considera que un miembro de la misma necesita
poseer un mínimo de conocimientos para relacionarse adecuadamente con los demás. Sin tales
conocimientos, según esta perspectiva, uno sería visto como un extraño, carente de educación,
desubicado.
En esta segunda perspectiva, ¿quién establece ese mínimo de conocimientos? ¿Qué pasa con quien no
ha recibido educación por culpa de otros? ¿Y con un extranjero que empieza a vivir en una cultura
totalmente novedosa para él?
Hay conocimientos que resultan necesarios para convivir sin accidentes o conflictos dañinos. Basta con
pensar en reglas fundamentales de tráfico. Pero no saber las diferencias entre las novelas de Dickens y
las de Rowling, ¿provoca heridas en la vida social?
Nuestro interlocutor abre los ojos, asombrado, y repite su pregunta: ¿de verdad, no sabes esto, no
conoces a este personaje? Sí, no lo sé, pero me gustaría que me indicases si vale la pena saberlo.
Sobre todo, me gustaría que me explicases si tal conocimiento me ayuda a vivir mejor, a encontrar el
sentido de mi vida, a reconocer el Amor de Dios, y a servir y comprender a quienes viven a mi lado...
Sólo cuando reciba explicaciones satisfactorias, aceptaré que necesito adquirir tal conocimiento, y me
esforzaré por aprenderlo para contribuir, con mi pequeño granito de arena, en la tarea de construir una
sociedad más sana y más justa.