Descubrir la huella de Dios
Cuidar nuestra casa (11)
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Ya al final de la Encíclica “Laudato si”, el Papa Francisco
muestra la relación que hay entre toda la creación y Dios. Dado que
Dios es el creador de todas las cosas, es lógico que encontremos en
ellas una huella de Dios. Cuando alguien admira una obra de arte,
es natural que pregunte, “¿Y quién es el autor?” Porque las obras
nos remiten a su autor. Lo mismo sucede con la creación. El autor
es Dios, y al ser Dios trino, son tres Personas Divinas, entonces nos
“lleva a pensar que toda la realidad contiene en su seno una marca
propiamente trinitaria” (n. 239), dice el Papa.
San Buenaventura afirma que toda criatura lleva en sí una
estructura propiamente trinitaria que podríamos contemplar de no
haber sido afectados por el pecado original. En cada cosa que
viéramos nos llevaría a Dios.
2) Para pensar
Hay un antiguo relato, de la época de la colonización española
del continente americano. Era en el siglo XVI cuando las naos se
aventuraban a recorrer las costas poco conocidas de América del
Sur, llegando cada vez más lejos.
Sucedió que hubo un naufragio, y solo un reducido número de
españoles lograron sobrevivir en una pequeña embarcación.
Pasaban los días y la sed comenzó a arreciar. Con el sol dándoles de
plano, la desesperación comenzó a apoderarse de ellos, al estar
rodeados de pura agua, sin divisar la tierra. Como marineros
experimentados sabían que si bebían el agua salada de mar, su sed
aumentaría y con ello su sufrimiento. Las horas pasaban lentas y
parecía interminable su agonía.
Pero de pronto ocurrió algo que parecía milagroso. Una barco
que pasaba cerca de ellos los había visto y se acercaba para
auxiliarlos. Cuando ya estaba cerca, los náufragos gritaban pidiendo
agua, no podían esperar a subir a bordo. A los gritos de “Agua”, los
del barco respondían con señas invitándolos a tomar el agua del
mar. Parecía que se burlaban de ellos, pero ante la insistencia de los
salvadores, decidieron probar el agua de mar sobre la que habían
vivido desde hace días… y comprobaron que era perfectamente
potable.
Luego se enteraron de que se encontraban en las cercanías de
la desembocadura de un gran río de América del Sur. Era tan
caudaloso el río que puede beberse el agua dulce a muchos
kilómetros de la costa.
Así nos acontece. Estamos rodeados de Dios por todas partes,
vivimos junto a Él. Y quizá sufrimos de sed por no saber hasta qué
punto se halla cerca de nosotros.
3) Para vivir
Se decía que la realidad lleva la huella de Dios. Y como en
Dios hay relaciones entre las Personas divinas, también entre las
personas humanas se han de ver favorecidas sus relaciones, porque
“la persona humana más crece, más madura y más se santifica a
medida que entra en relación” (n. 240). Y ello es así porque la
relación nos invita a salir de nosotros mismos y vivir en comunión
con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Y como la
relación entre las Personas divinas es de Amor, así también han de
ser las relaciones de las personas humanas, de amor.
La solidaridad brota en su fundamento más profundo del
misterio de la Santísima Trinidad. Todo esfuerzo por vivir la
solidaridad, es ir creciendo en santidad, pues es ir pareciéndonos
cada vez más con Dios.
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