Seguridades engañosas
P. Fernando Pascual
12-9-2015
Hay personas que muestran una seguridad sorprendente. No porque se basen en la verdad: sus
errores a veces son de antología; sino porque así buscan imponerse, aparecer seguros de sí
mismos, o desencadenar discusiones que sirven sólo para mostrar su dialéctica y desgastar a
otros.
Pero una seguridad engañosa es una engañosa seguridad. Daña a quienes la sufren, al constatar
cómo alguien puede mostrarse tan decidido en defender algo absurdo, o simplemente al dar
opiniones carentes de fundamentos. Daña, sin que se dé cuenta, a quien la ostenta, porque
construye sobre arena.
Frente a esas seguridades engañosas, hay hombres y mujeres humildes, que saben buscar la
verdad desde una honestidad sincera y esforzada. Seguramente no triunfarán en un debate, ni
lograrán aplausos. Pero eso no les duele, porque su mente y su corazón buscan algo más grande.
Así fue Sócrates y tantos como él en el pasado y en el presente. Así me gustaría ser también yo,
frente a personas que presumen de ciencia cuando carecen de honestidad, de sentido común, de
esa seriedad de quien mide sus palabras antes de pronunciar una frase sonora pero desprovista de
valor.
En el mundo de la imagen, las seguridades engañosas deslumbran. Venden humo. Logran
consensos. Acallan a pusilánimes. No lograrán, sin embargo, el reconocimiento ni la amistad de
quienes trabajan por ser honestos y buscan, más allá de los reflectores, todo aquello que los
acerque a la verdad.